31 de desembre del 2013

La lógica perversa de un criminal en un 2013 del futuro

[Elemental, 31 de diciembre de 2013]

Ana Lorite Gómez


Una investigación filosófica, de Philip Kerr (Anagrama, 1996)
-“¿Cómo va su caso, capitán?
-Creo que bien, Conde, creo que bien- y casi sonrió el veterano Jorrín-. Apareció un testigo que a lo mejor puede identificar a uno de los que mató al muchacho.
-Usted ve, maestro, siempre hay una luz ¿no?
-Sí, siempre, pero eso no resuelve el problema… Te imaginas que al fin agarramos a los asesinos y resultan que tienen menos de 18 años y ya son eso, asesinos. Éste es el verdadero problema, ya no es sólo un niño muerto a golpes, sino que también hay otros tres que van a parar a la cárcel por unos cuantos años y ya nunca serán las personas que debieron ser. Mataron."  (Los subrayados son de la que esto escribe)
Esta conversación pesimista y desesperanzada sobre el crimen y sus consecuencias la mantienen los policías cubanos Mario Conde y Jorrín en Pasado Perfecto, la primera novela de la serie de Mario Conde de Leonardo Padura.
Y no me pregunten por qué, quizás por esas extrañas trampas que a veces nos juega la memoria, tirando de las cerezas, me vino a la memoria la novela que nos ocupa: Una investigación filosófica de Philip Kerr (1992, publicada por primera vez en España por Anagrama en 1996).
La novela de Kerr nos sitúa en Londres, en el año 2013. Una serie de hombres aparecen asesinados, siempre de la misma forma: seis tiros en la cabeza. La inspectora jefe de New Scotland Yard Jake Jakowicz es la encargada de resolver el caso. Descubre que el asesino forma parte de un ambicioso programa piloto (y secreto) de prevención del crimen. Solo sabe su nombre en clave: Wittgenstein, como el filósofo austriaco.
Sus víctimas son Darwin, Byron, Kant, Spinoza, Keats, Locke, Dickens, Bertrand Russell, Sócrates... todos ellos están incluidos en el programa L.O.M.B.R.O.S.O. (“Localisation of Medular Brain Resonations Obliging Social Orthopraxy” - Localización de Resonancias Cerebrales que Requieren Ortopraxis Social-). Dicho programa pretende controlar a los ciudadanos (hombres) potencialmente predispuestos a cometer crímenes violentos.
Pero el autor escocés decide rizar el rizo con el nombre del programa: Lombroso también es el nombre del famoso criminólogo italiano de la época victoriana “que creía que la criminalidad podía explicarse con el concurso de la anatomía. Una frente escasa o una mandíbula excesiva eran indicadores externos de que algo andaba mal”.
Wittgenstein consigue infiltrase en el sistema informático y acceder a las identidades de las personas fichadas por el programa Lombroso: todos ellos son NVM negativo, es decir, predispuestos a cometer actos criminales.  Y decide que, por el bien común de la sociedad, esos criminales en potencia deben ser eliminados.

Estamos ante una obra negro-futurista. Philph Kerr publicó esta novela en 1992. Cuando la leí hace más de 15 años me pareció una propuesta muy valiente. El autor escocés, que ya había publicado la trilogía Berlin Noir con la que nos trasladaba a la Alemania nazi anterior y posterior a la II Guerra Mundial de la mano del cínico pero adorable Bernie Gunther (que tanto éxito y réditos le ha proporcionado en las dos últimas décadas), se atrevía con un futuro no demasiado lejano pero sí, como la realidad ha demostrado, algo ignoto.

Releerla en 2013, fecha en la que el autor sitúa la acción, ha sido un divertimento. Es cierto que mi segunda lectura no ha resistido el paso del tiempo. Internet y las nuevas tecnologías han tenido la culpa. Porque Kerr se atreve con algunos asuntos informáticos y socio-políticos que, vistos desde nuestra perspectiva actual, casi dan risa. No, como visionario no tiene ningún futuro. Pero ¿quién le iba a decir a él que íbamos a ser 28 Estados en la Unión Europea, que la moneda única se iba a llamar euro y que la preocupación de nuestros políticos no iba a ser la prevención del crimen sino las primas de riesgo, la eurozona y el Mecanismo Europeo de Estabilidad? 
Pero dejando aparte los futuribles incumplidos, el atractivo de la novela es innegable. Sin entrar en consideraciones científicas y morales, lo más interesante desde mi punto de vista es el planteamiento del funcionamiento de la mente de un asesino que no lo era hasta que descubre que tiene una predisposición genética para serlo. Este descubrimiento lo convierte en un criminal perverso.
En un ejercicio de erudición filosófica, Kerr crea a este malo, malísimo, que justifica sus crímenes utilizando el pensamiento de Wittgenstein. La novela hace un repaso en clave policiaca del Tractatus lógico-philosuphicus del pensador austriaco, y le da vuelta hasta transformarlo en un tratado de lógica criminal. Wittgenstein (el asesino, no el filósofo) convierte al lector en cómplice a través de sus diarios:  “Evito utilizar palabras como crimen, asesinato y homicidio por razones obvias. Las palabras pueden significar cosas distintas. El lenguaje disfraza el pensamiento, hasta el punto de que en ocasiones no es posible determinar la acción mental que lo ha inspirado. Así que me referiré a esos actos como ejecuciones. Es cierto que no cuentan con la sanción oficial de la ley según el esquema del contrato social, pero la palabra ‘ejecución’ permite evitar cualquier matiz peyorativo respecto de lo que es, después de todo, la obra de mi vida”.
Por otro lado, el duelo policía-asesino es extraordinario. Dos personajes llenos de matices, frente a frente. Protagonista y antagonista intercambian sus roles hasta el punto de sentir fascinación el uno por el otro y difuminar la línea que separa el bien del mal. Si no la han leído, háganlo. Merece la pena.



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