14 de novembre del 2013

Lorenzo Silva: "El atractivo del homicidio es que es el crimen más democrático"

[ABC, 14 de noviembre de 2013]

Luis Miranda


Usted es autor de decenas de obras pero se asocia a los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro, protagonistas de siete libros de literatura policíaca. Alguna vez dijo que estaba resignado a ello. Ahora parece orgulloso.
—Bueno, era una forma humorística de decirlo. Es verdad que estoy resignado, porque yo he publicado 44 libros y sólo siete son de Bevilacqua y otros 37 no tienen nada que ver ni con él ni con Chamorro. Hay una especie de resignación en aceptar que de todo lo que uno escribe hay libros que son más afortunados frente a los lectores que otros. Lo acepto con resignación en el buen sentido que sea así. Siempre estoy orgulloso, porque Bevilacqua y Chamorro son dos personajes con los que tengo un compromiso importante como autor. Si no lo tuviera, no llevaría veinte años escribiendo libros relacionados con ellos.
—¿Cómo se lleva uno con los personajes después de tanto tiempo?
—Tengo muy buena relación, porque me caen bien ambos, cosa que no me pasa con todos mis personajes. Creo que son dos tipos razonablemente corrientes, por un lado; razonablemente singulares, por otro, y son gente en las que uno podría apoyarse. Tengo la sensación de que he contado con ellos y me han respondido siempre.
—En la novela policíaca española teníamos un jefe de la Guardia Municipal de Tomelloso, Plinio; un detective privado, como Carvalho, y varios policías. Sin embargo, de algo tan nuestro como la Guardia Civil, no teníamos apenas protagonistas.
—Sí y es muy sorprendente. Cuando me di cuenta de que escribiendo novela negra con guardias civiles prácticamente podía moverme en un territorio virgen a efectos literarios en España me pareció tan asombroso como afortunado para mí, que había tenido la idea y que parecía que eran unos personajes con potencial. La Guardia Civil lleva 170 años investigando crímenes en España y, sin embargo, por muchas razones, que quizá sería muy largo de enunciar, la literatura española le había dado la espalda. Igual que había dado la espalda al género negro en general, que había tenido un desarrollo muy anterior en otros países. Pero esto me parecía una oportunidad en cuanto me di cuenta, y creo que los hechos lo han demostrado.
—Sin embargo, el potencial literario de la Guardia Civil, de su particular forma de ser, de las casas-cuartel, incluso, estaba ahí.
—Sin duda, porque son, tanto para bien como para mal, una institución carismática. Y ese carisma es fuente de historias. Aunque, la verdad, si he de hacer un balance, y no tengo ningún empacho en hacerlo, creo que la aportación de la Guardia Civil a España ha sido mucho más positiva que negativa, y creo que su desempeño ha estado muy por encima de la media de la del resto de instituciones en los últimos 170 años.
—En el éxito del género negro, ¿influye que nos atrae la maldad o que nos gusta ver triunfar el bien?
—Yo creo que más lo primero que lo segundo. Nos atrae el lado oscuro, pero sí es verdad que la novela policíaca más bien clásica juega mucho con ese afán que tenemos de dejarlo todo ordenado, de sacar la basura, de limpiar el patio. Personalmente, con esta segunda parte tampoco me siento tan comprometido, porque tengo la sensación de que muchas veces el patio se queda sucio, la basura la guardamos en casa y no terminamos de poner en orden las cosas. Si la sociedad fuera un sistema de corrección automática y perfecta de todas las disfunciones pues seguramente no pasarían todas las cosas que ocurren.
—Repasando los malos de las novelas, se encuentran historias donde los hay de verdad. Otros son personas que casi lo hacen empujados por el impulso o por las circunstancias.
—Creo que el gran atractivo literario del homicidio es que es el crimen más democrático. En el sentido de que es un crimen que puede cometer prácticamente cualquiera y puede sufrir prácticamente cualquiera también. No pasa lo mismo, por ejemplo, con el atraco a mano armada de bancos. Para los personajes uno tiene a su disposición cualquier opción; naturalmente hay que hacerlo verosímil. Matar es un acto excepcional, que siempre tiene que ver con un análisis coste-beneficio, como todos los actos humanos. Pero es verdad que es muy excepcional que alguien llegue a la conclusión de que el beneficio derivado de matar es más alto que el coste, que es grandísimo.
—¿No ocurre muchas veces que es más bien un impulso?
—Sí, pero siempre hay un segundo en el que se hace balance. Es verdad que se puede hacer de forma más atolondrada o de forma más fría, y que muchas veces se hace enmedio del aturdimiento. Pero el homicido es una decisión económica, siempre hay alguien que considera que suprimiendo a una persona consigue algo, y que justifica el precio.
—El género negro siempre es notario del mundo en el que está. Vázquez Montalbán insistía mucho en ello, casi como si Carvalho fuese un pretexto. ¿Son también crónicas de la historia?
—Concibo la serie de Bevilacqua como una especie de novela en marcha sobre la España contemporánea. Puede sonar un poco presuntuoso, pero es más bien la intrahistoria o la microhistoria de un país que hace apenas 20 años estaba saliendo, no sólo de una dictadura, sino de un montón de atrasos. En todos los sentidos. Se hizo muy rápido el camino hacia la prosperidad económica, hacia la democracia y la igualdad de derechos. Ahí están también buena parte de los problemas y las fragilidades.
—¿Por qué obra o personaje no le preguntan en las entrevistas y le gustaría hablar más?
—A mí me gustaría que me preguntaran más por «La sustancia interior», que es una obra muy ambiciosa que escribí muy joven, pero creo que sigue siendo uno de mis libros más importantes. No voy a decir de los mejores, porque eso uno no lo puede juzgar, pero intenté plasmar casi una visión completa de la realidad, con lo ambicioso que es eso, y quizá lo ingenuo que es intentar tomar una visión completa de la realidad en una novela. Es la que habla de más cosas.



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