Publica 'Los años asesinos', una novela con jerga de la delincuencia
C. David Carrón
«Escupirás sangre, lector». Así cierra el prólogo Manuel de la Fuente para advertir que este primer experimento literario de Javier Ors noquea. «Los años asesinos» (Los libros del olivo) engancha por el léxico barriobajero de los personajes (especialmente el protagonista, El Gato, uno de esos tipos de los que no te olvidas con el tiempo, aunque no recuerdes ni al libro ni el autor) y que deslumbra por el disfraz de novela negra que, en el fondo, esconde una reflexión sobre una sociedad en decadencia. Pero, sobre todo, sorprende por lo valiente que es en unos tiempos de uniformidades literarias. Ors, que tantas entrevistas a escritores ha hecho en LA RAZÓN, se somete ahora a las preguntas.
–Uno no espera de un periodista literario tanta calle en su primera novela.
–Algunos delincuentes reconocerán las palabras que emplean los protagonistas en el ibro (roda, filo, lichas, jerales...). Con esas palabras modelé un lenguaje que es el que acaba sosteniendo la identidad de los personajes.
–Es una jerga de otra época que se emplea para una obra ambientada en el futuro.
–Es la parte experimental. Tomé el vocabulario de la delincuencia de los 80 y 90, y lo trasladé a un Madrid del que sólo queda la Castellana. Al colocar ese léxico en el futuro, recobra la vigencia que había perdido.
–El futuro que plantea es desolador. ¿La novela es pesimista?
–Puedes verlo así. Detrás de la acción hay unas reflexiones: en qué nos convierte el tiempo, la importancia de la memoria, lo fundamentales que son las palabras para recordar y saber lo que hemos sido, los condicionantes sociales de la vida...
–Pero esas ideas no detienen la acción.
–El personaje principal, El Gato, mata y luego piensa en las situaciones. Es un delincuente joven que sólo al crecer se da cuenta de que sus acciones tienen consecuencias. Ése es el cariz más existencialista del libro.
–Las mujeres salen malparadas.
–En los suburbios de la novela hay pobreza y machismo. Ante la desigualdad, las mujeres son las grandes perdedoras. Por eso es tan importante que exista una buena educación, y que se fomente el respeto para combatir la violencia de género.
–¿Una advertencia ante lo que viene?
–Está emergiendo una sociedad que cada vez es más desigual. Ya hemos visto altercados y protestas. Si, además, se daña la Sanidad y la Educación públicas, si reduces sueldos y los índices de pobreza suben, pues...
–¿Lo imperdonable en un primer libro?
–Pues ni idea, la verdad. Yo he intentado plasmar lo que quería. Ser honesto con esa idea.
–¿Los protagonistas son los malos?
–Son la consecuencia de una mala sociedad. Pero no son los únicos. Probablemente los que más han robado en la crisis no viven en suburbios. Lo que pasa es que estos delincuentes provienen de la marginalidad y, sobre todo, van mucho más allá. Ellos se atreven a matar. Y eso es un asunto más serio.
–¿Cuánto le ha preocupado el lector?
–Tenía un riesgo: que el lenguaje resultara hermético. Pero tampoco quería renunciar a mi idea. Es mentira que no te importe el lector, así que opté por brindarle ciertas claves. Pero también es cierto que se debe exigir al lector algo. Es un error educar a los lectores sólo en la sencillez. El lector debe poder pasar del best-seller a Joyce. Eso sería un gran éxito para un sistema educativo.
–Ha concebido la historia de una forma fragmentaria, con una narración que no es lineal y donde se mezclan los géneros...
–Existe un juego metaliterario. La novela son los recuerdos del narrador antes de que comience a redactar la historia de sus colegas, que es, justo, lo que no está escrito. En cuanto al género, es una obra urbana con bastante crítica social, aunque discurra en el futuro. Contiene también reflexiones sobre determinados asuntos. No tienes por qué renunciar al pensamiento en una novela de acción. Eso no es cierto.
Lector por obligación
El oficio lleva a Ors a leer con asiduidad. ¿Cuántos libros lee por obligación? «Puedes empezar todos y no acabar ninguno. No lo sé. Ni los cuento: dos, tres o cuatro... por semana. Ni lo sé. Sólo acabas los mejores. El resto los hojeas». En ese cara a cara con plumas célebres asegura que «los escritores a los que más admiras generalmente son lo que más te defraudan. Si te gusta un escritor, lo mejor es que no lo conozcas en la vida. Con leerlo, ya está». De sus últimas lecturas, menciona dos: «Philipp Blom me divierte y acaba de sacar "El coleccionista apasionado". Es un ensayista. Quizá es porque me vuelvo mayor, que es una cosa que, a veces, le sucede a la gente. Otro autor que me gusta es Piglia, que ha publicado "El camino de Ida"».
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