El escritor irlandés, que ha visitado estos días España para recoger los premios Leteo y Liber, repasa su vida y obra en esta extensa entrevista
Inés Martín Rodrigo
Cuando John Banville recibió
el Premio Booker en
2005 por «El mar»(Anagrama) dijo
que «era agradable ver que una obra de arte» conseguía por fin el galardón. Una
frase que resume la genialidad y el carácter de este escritor irlandés,
que utiliza el seudónimo deBenjamin Black (Alfaguara)
para dar salida a su vena más comercial y que vive por (y para) la literatura.
Banville,
que el próximo año publicará en Alfaguara su
nueva novela como Benjamin Black «resucitando» al Philip Marlowe de Raymond Chandler,
ha estado estos días en España para recibir los premios
Leteo y Liber 2013. En su apretada agenda, que incluyó un encuentro en
el Instituto Cervantes, hizo un hueco a ABC para
hablar sobre su vida y obra.
- Empecemos por el principio: ¿cuando
sintió, por primera vez, la necesidad de ser escritor?
-
Osea que va a ser una entrevista larga, ¿no? (carcajada). No lo sé, creo que
tenía doce años, quizá un poco más. Leí «Dublineses», deJoyce, y fue una revelación saber que se podía
escribir sobre la vida real, que no siempre tenían que ser historias de
detectives. Inmediatamente, empecé a escribir imitaciones muy malas de los
libros de Joyce y, desde entonces, he estado practicando.
- Y, desde entonces, ¿en qué se ha
convertido la literatura para usted?
-
Es que hago muchos tipos distintos de literatura. Escribo manuales, piezas de
teatro, piezas para la radio, escribo novelas negras (como Benjamin Black),
y supongo que todo eso es una profesión. Luego está mi trabajo como el pobre Banville, que intenta ser un artista y eso sí
que no es una profesión. Es mi vida, es como respirar.
- ¿Qué me dice de la gente que
considera que la literatura es un arte menor?
-
¿Quién dice eso? Shakespeare, Cervantes… ¿son artistas
menores? La literatura es uno de los mayores inventos de la humanidad y una de
las mejores formas de arte. Para mí, la ficción también es parte de la
literatura, no es un género aparte.
- Ha mencionado a Joyce como el
referente que le hizo querer escribir. Pero es que, además, siendo irlandés,
tiene ilustres antecesores.
-
Sí, es mucha presión, es un reto muy grande, que asusta. Pero los retos son
buenos y supongo que también estoy orgulloso de ello. Por lo tanto, es bueno
ser parte de una tradición buenísima, aunque sea una pequeñísima parte de esa
tradición. Newton dijo
que solo era bueno porque sus inventos eran gigantes. Yo creo que a veces nos
acogemos a eso.
- Si se habla de la «Gran Novela
Americana», ¿por qué no afrontar el reto de escribir la «Gran Novela Irlandesa?
- ¿Quién ha dicho que no lo haya hecho
ya? (carcajada). La «Gran Novela Americana» es un mito. El que escribe, escribe
lo que escribe.
-
Se crió en Wexford, una pequeña
localidad irlandesa. ¿Qué supuso eso para su infancia?
- Aburrimiento, impaciencia, el deseo
de escapar de una pequeña ciudad… Y ahora me doy cuenta de que la echo mucho de
menos, de que me gusta la vida de las ciudades pequeñas. Estamos hechos de
donde venimos y de las épocas en las que hemos crecido. Todo lo que hago tiene
su origen en mi infancia. Me es muy útil, porque lo puedo usar en mi escritura
y cada vez vuelvo más al lugar donde nací. Quizás sea una cobardía...
- ¿Conserva algún trauma de esa etapa?
- Por supuesto, pero es que el trauma
es bueno porque nos trae la realidad de la vida y nos enseña a aceptar la
visión trágica, pero también la visión cómica de la vida.
- Nunca fue a la universidad. ¿Se
arrepiente?
- Podría haber ido, mi madre quería y
de hecho tuvimos bastantes discusiones por eso y hasta llegó a estar un año
enfadada conmigo. Pero quería escaparme, quería ser independiente y sabía que
si iba a la universidad seguiría dependiendo de mi familia durante esos años. Y
pensé que lo podría conseguir solo. Yo era muy arrogante cuando era joven, así
que me fui a trabajar, decidí que me formaría yo mismo, pero ahora lo lamento.
Lamento no haber pasado tres o cuatro años de irresponsabilidad siendo
estudiante, bebiendo, acostándome con las chicas equivocadas… ese tipo de
cosas.
- Durante muchos años trabajó como
periodista. ¿Qué recuerda de aquella época? ¿Qué aprendió? ¿Cómo ve al
periodismo hoy en día?
- La profesión hoy atraviesa muchos
problemas. Alguien me ha dicho que en los últimos años han perdido su trabajo
unos siete mil periodistas en España. Es una profesión honrada si lo haces de
manera honrada, que no es lo que hace todo el mundo. En mi caso, era una forma
de vida bastante baja, porque yo no escribía, era editor, cambiaba lo que otros
habían escrito, pero aprendí mucho del idioma, intentando ser claro, lidiando
con las ambigüedades… Era mi manera de ganarme la vida, lo que me permitió
escribir lo que quería, sin necesidad de preocuparme por llegar a conseguir un
best seller.
- Después comenzó a escribir novelas.
Alguna vez ha dicho que odia sus libros.
- Vamos a dejarlo claro: me
avergüenzan. No es que no las quiera, es que para mí no son lo suficientemente
buenas. Mis estándares son muy altos, como los de todos los autores. En todas
las formas artísticas se falla, no se puede llegar a la perfección, y eso es lo
que busca el artista en su profesión, algo que no se puede encontrar. Pero sí
estoy bastante orgulloso de los libros de Benjamin Black, porque son obras
artesanales.
- ¿Por qué decidió empezar a escribir
bajo el seudónimo de Benjamin Black?
-
Es muy sencillo. Empecé a leer las novelas más duras de Simenonhace unos dieciocho
o diecinueve años y me asombró lo que se podía conseguir con una narrativa
directa, con un vocabulario muy limitado. Tenía un guión para una serie de televisión
y pensé en convertirlo en novela… Seis o siete novelas después, lo sigo
haciendo y disfruto, me lo paso bien.
- ¿Quién es mejor escritor, John
Banville o Benjamin Black?
- Los dos son absolutamente
excelentes… a su manera (carcajada).
- ¿Supone un alivio escribir bajo
seudónimo?
- Sí, es un alivio escribir los libros
de Benjamin Black. Escribo uno cada verano porque odio el verano, es la
temporada del año que menos me gusta. Así que, si quieres, en verano es cuando
cojo mis vacaciones y escribo un libro de Benjamin Black. Es un buen
descubrimiento el saber que puedes hacer este tipo de cosas, saber que puedes
hacer algo, porque estas novelas son como tallas de madera, una talla de madera
mucho mejor que la madera de esta mesa.
- ¿Es disciplinado y metódico en su
trabajo? ¿Cree que un escritor debe serlo?
- Sí, sí, hay que serlo. Todos los
artistas lo son, no hay otra manera de trabajar que no sea mediante la disciplina.
Yo trabajo como si estuviera en una oficina, de nueve y media a siete y media.
Tengo un despacho en el centro de Dublín, al que voy cada mañana como si fuera
un empresario, y me encanta mi trabajo. Trabajar es más divertido que pasárselo
bien.
- Siempre me he preguntado qué
sensación experimenta un escritor cuando entra en una librería y ve una
estantería repleta de sus obras.
- Uy, una vergüenza enorme.
- ¿Y no se siente orgulloso?
-
Si estuviese orgulloso de lo que he hecho, lo dejaría, porque pensaría que mi
trabajo está acabado. Pero es que nunca lo estaré porque todas las obras de
arte tiene que ser un fracaso. Sé, racionalmente, que el siguiente libro va a
ser un fracaso como los demás, pero la parte romántica de mí dice que va a ser
una obra maestra, va a ser una de las maravillas del mundo. Yo busco la
perfección, y la perfección es algo inalcanzable. Es como el cálculo
infinitesimal, te vas aproximando al infinito, pero nunca llegas a él. Hay una
historia de Henry James,
cuando estaba muriendo, estaba en coma en la cama, y su mano se movía, como si
estuviese escribiendo. Yo espero ser el ejemplo de eso también. Me gustaría
morirme en mi mesa y escribir la última palabra.
- «En Nabokov no hay música». Esa
frase es suya. ¿Por qué? ¿Cuál es el ingrediente esencial de una buena novela?
-
No tiene por qué ser la música. Nabokov tenía un
sentido pictórico superior e incluso llegó a decir en público que tendría que
haber sido pintor. Pero no tiene sentido del ritmo, las frases te hacen ver
cosas, pero no te hacen escuchar. Para los escritores irlandeses, el ritmo, la
música de la línea, es muy importante.
-
En «Copérnico» y «Kepler» se
trasladó a la Europa del Renacimiento. ¿Cómo ve a la Europa actual? ¿Acaso
necesitamos otro «Renacimiento»?
- Yo soy un europeo comprometido. Creo
en el proyecto y la aventura europeos. Si miras el mapa del mundo, somos una
parte pequeñísima, pero ¿qué hemos logrado? Hemos hecho cosas fantásticas y
seguiremos haciéndolas en el futuro. Creo que es una lástima que esta crisis
financiera haya hecho que la gente vea a Bruselas como el enemigo. Bruselas
estaba poco a poco haciendo los «Estados Unidos de Europa», y es una pena que
no se haya conseguido, porque es eso lo que necesitamos. Esa noción de que
vayamos a perder la identidad… ¿te imaginas a los franceses o a los alemanes
perdiendo su identidad y cambiando de nacionalidad?
- ¿Tiene el escritor algún deber ético
o moral hacia sus lectores?
- No. La única obligación de los
escritores es intentar escribir obras maestras. En mi opinión, el escritor
tiene que ser amoral. Las obras de arte son objetos morales en el mundo, pero
no están hechas desde una perspectiva moral, porque nosotros nos hemos
inventado la moral. Pensamos que la moral es como las matemáticas, que
simplemente está ahí. Pero no. La gente del arte ve cómo son las cosas, no como
nos gustaría que fueran. No puedes tener un punto de vista social, moral,
político. Es una visión que no está muy de moda, pero es la que yo tengo.
- ¿Por qué dice que la moral es una
invención?
-
Porque la hemos inventado. Quizás eres católica y crees que viene de Dios, pero
no. La naturaleza tiene ese maravilloso aforismo que dice que el peligro es la
madre de toda moral. La moral viene de las cavernas. Recuerda lo que decía Nietzsche: con el
tiempo, convertimos en Dios los ojos de tigre que están fuera de la caverna.
- ¿Dónde reside, para usted, la
belleza?
- Supongo que, para mí, la belleza es
mi versión de la moral. Una obra de arte es un objeto extraordinario, porque
hay muy pocas cosas en el mundo de las que se puedan decir que es lo mejor que
una persona puede producir, que ha llegado mucho más allá de sus límites, que
ha dejado de lado a sus amigos, a su familia y hasta a él mismo para poder
llegar a concebir una cosa tan extraordinaria. Pero ninguna obra de arte va a
cambiar el mundo, ni va a derrocar a un Gobierno, o poner uno nuevo, ni va a
salvar una vida. El arte no está para eso. El arte está para no olvidarnos de
que estamos vivos, que estamos inmersos en esta aventura extraordinaria.
Incluso el arte más oscuro nos dice: ¿no es maravilloso estar vivo?
- Desde ese punto de vista, ¿cree que
sus libros son realistas?
- Absolutamente. Es mi visión del
mundo, hablan del mundo. Si no, ¿de qué van a hablar? Es lo único que tenemos.
Todos los novelistas querrían escribir un libro sobre nada, pero es que la vida
y los seres humanos son el material que tenemos. Preferiría ser un compositor,
porque entonces no tendría contenido en el trabajo, sería forma pura.
- ¿Por qué libro le gustaría ser
recordado?
-
Por «Los infinitos» (Anagrama),
porque nadie la ha entendido, de hecho se dejó de lado. Pero yo creo que es la
que va a perdurar. Es la ocasión en la que más cerca he estado de conseguirlo.
- Y, sin embargo, le dieron el Booker
por «El mar». ¿Qué me dice de la polémica que suscitó su reacción al ganar?
-
¿Qué dije? (carcajada) Todo el mundo se enfadó. Estaba siendo malvado, pero
también decía una verdad. Yo intento que mis novelas sean obras de arte, como
puede serlo un gran poema, un buen cuadro o una buena película. No me interesan
los temas políticos, ni morales. Lo único que quiero es hacer un objeto bello y
ponerlo en el mundo. Alguien le preguntó a Roald Dahl por
qué escribía esos libros, y él contestó: «Porque no estaban ahí».
- ¿Qué piensa del negocio editorial
tal y como hoy está planteado?
-
Cuando empecé a publicar en los 70 se me aseguró que, en unos años, no habría
más libros. Siempre habrá libros. Quizá no en el formato actual, pero siempre
habrá libros. Umberto Eco dijo
que la cultura occidental se iba a basar en la imagen; luego llegó toda la
tecnología de la información, pero la gente sigue leyendo. Estamos obsesionados
por la palabra, todo el mundo lee, todo el mundo escribe. El mundo es un ruido
ensordecedor de palabras, la mayoría muy mal puestas unas con otras y en el orden
incorrecto… Pero la gente sigue leyendo. Me da igual lo que lea la gente. El
proceso de traducir una serie de imágenes en tu cabeza es hercúleo. Ojalá
leyeran mis libros en vez de «Cincuenta
sombras de Grey», pero el hecho de que lean ejercita la imaginación.
La frase es la mayor invención de la humanidad. Los aztecas no tenían la rueda,
pero sí tenían la palabra, si no no habrían tenido civilización.
- ¿Es partidario del e-book?
-
He comido con mi editora y me comentaba eldesastre que la piratería supone en la industria
editorial, que tiene el potencial de destruir la vida que yo vivo. Google tiene que hacer algo, porque es
muy injusto que mi trabajo sea robado. Pero, en cuanto al e-book… No lo sé,
sigo siendo una persona que tiene que tener el libro. El único hobby que me
queda es comprar libros de segunda mano de librerías pequeñas de todo el mundo;
siempre vienen envueltos en papel de estraza y me llegan todas las semanas, yo
soy su dueño. Un libro es un objeto extraordinario. El libro fue un objeto
revolucionario. Es demasiado pronto para saber qué producirá la tecnología,
pero el libro va a sobrevivir. Probablemente se convierta en algo más caro y
especializado, pero sobrevivirá.
- ¿Sucederá lo mismo con la prensa, se
convertirá en un objeto más caro y especializado?
-
Creo que la situación es mucho peor para los periódicos. El «Financial Times» admite que a lo mejor
dura cinco años, no mucho más. Hace quince años todo el mundo tenía un
periódico en la mano, pero ahora no. Será una forma distinta.
- Pero seguirán publicándose
periódicos en papel.
- No, no lo creo. Será electrónico.
Odio tener que decirlo, pero no creo que sobrevivan los periódicos en papel.
Odio decirlo, porque yo trabajé durante muchos años en un periódico e incluso
recuerdo el olor de las planchas de metal cuando se calentaba. Pero el progreso
es el progreso y no podemos pararlo.
- ¿Y qué hay de las críticas?
- ¿Qué les pasa a los críticos? No leo
críticas.
- Pero sí las escribe.
- No soy crítico, hago reseñas,
presento nuevos libros a los lectores, es algo honrado y necesario, y merece la
pena. Además me pagan dinero, pero es un servicio público, es mi trabajo como
ciudadano.
- En unos días se falla el Premio
Nobel de Literatura. ¿Tiene algún favorito?
- Ni idea. Siempre nos equivocamos.
Cada predicción falla. Es una de las cosas que más me gusta del Nobel, que es
secreto hasta el final.
- ¿Qué me diría si esta fuera la
última entrevista que concediera antes de ganar el Nobel?
- Diría exactamente lo que acabo de
decirte. Los premios no cambian nada. Cambian la cuenta bancaria. Cuando gané
el Booker me preguntaron si escribiría de forma distinta, pero no hay conexión
entre los premios y lo que yo escribo. Los premios son premios de consolación.
- Pero los premios sí cambian las
relación de los escritores con sus lectores.
- Bueno, creo que si ganas un gran
premio tu nombre lo escuchará gente que nunca antes lo había escuchado. Así
que, sí, supongo que sí cambia esa relación. Un premio hace que vendas más
libros, y espero que los libros que se vendan se lean, porque nunca hay una
conexión directa entre que se compre un libro y se lea.
- Para terminar, la pregunta más
difícil: ¿cuál es su autor de cabecera?
-
Un novelista sería Henry James y
en poesía, Yeats.
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