27 d’octubre del 2013

Fred Vargas: 'No me gusta reflexionar cuando escribo'

[El Mundo, 26 de octubre de 2013]

Javier Memba


De visita en Madrid este fin de semana para encontrarse con sus lectores españoles como colofón a Getafe Negro, puede que la clave del apabullante éxito de Fred Vargas se deba a que con ella, la novela negra vuelve a ser ese entretenimiento sin más que solían ser estas ficciones antes de convertirse en las denuncias de la diversas corrupciones, los propósitos de enmienda para la crisis y el resto de los grandes asuntos que acostumbran a llevar implícitos en sus argumentos desde que son las favoritas de los lectores.
"No me gusta reflexionar cuando escribo novelas negras y no creo que sea el género para ello. Ya reflexiono bastante en mi trabajo como investigadora. Me paso la vida analizando y reflexionado. La arqueología no es nada lúdica", comenta la escritora. "A mi entender, la novela negra proviene del inconsciente colectivo. Si se utiliza para grandes reflexiones pierde su naturalidad. Son los periodistas quienes piden reflexiones a mis novelas. Me educó una persona que venía del campo y me enseñó el valor de la simpleza".

Sin mensajes ni compromisos

"Nunca he querido expresarme", continúa Vargas, que también es autora de producción ensayística copiosa, aunque menos conocida en España que su narrativa. "No tengo nada que decir. Empecé a escribir novelas para escapar de la seriedad de mi oficio. Dudé entre la novela negra y el acordeón, que es muy francés. Al final me decidí por la novela negra. Después de muchos años de rechazos, por mediación de mi amigo, llevé la primera a la editorial adecuada. Se publicó, me concedieron un premio y en la entrega me dio tres besos Robert Mitchum. Escribo por aquellos besos de Robert Mitchum", bromea, siempre empeñada en hacer notar el afán de entretener de sus ficciones. "A partir de entonces, millones de personas quisieron jugar conmigo".
Aunque su compromiso con la candidatura de Daniel Cohn-Bendit en las elecciones europeas de 2009 fue público y notorio, Fred Vargas entiende la novela en general sin contaminaciones ideológicas. "La ficción no es el medio para lanzar mensajes políticos. En 'Rojo y negro', Stendhal reduce todos los debates entre los monárquicos y los revolucionarios a una línea. Su editor le pidió más y él no la alargó ni una sola palabra. Lo que tiene que hacer la novela policíaca es entretener. En otras ficciones puede haber partes que sean más o menos plúmbeas. En una novela policíaca, el lector no soporta ni una página aburrida".
No hay duda, Fred Vargas estima que en la novela no ha de haber más conflicto que la resolución de su asunto. "El protagonista tiene que enfrentarse a una situación de peligro, a su propio drama". Aunque no por eso hay que llamarse a engaño. Ficciones aparte, en la realidad "siempre estoy fuera de la norma, con los excluidos". De ahí que entre sus personajes abunden los marginados que le salen al paso al comisario Adamsberg, invisibles para el resto de la sociedad. Ahora bien, sin querer caer con ello en la mitificación del marginado de otras épocas. "Cuando me pongo a escribir, no calculo lo que voy a hacer. Pese a que luego me doy cuenta de que acabo interesándome por ellos y vuelvo a convertirlos una y otra vez en mis protagonistas. Este tipo de personajes invisibles hablan con más claridad y se cruzan en el camino de Adamsberg como los vagabundos puedan hacerlo en el mío".

Intrigas trufadas de magia

Esa simpleza a ultranza, a la que alude con el convencimiento que se defienden las cosas inculcadas en la infancia, en cierto sentido puede estar próxima a la magia. Así, en el caso que ha de resolver el comisario Adamsberg en 'El ejército furioso' subyace una leyenda medieval normanda referida a una hueste de caballeros no muertos que se toman la justicia por su mano. Por no hablar del espectro de una monja del siglo XVIII de 'La tercera virgen' o del licántropo de 'El hombre al revés'. De hecho, algunos críticos, han alabado la capacidad de esta autora para llevar a sus lectores a un mundo, más que negro, nocturno y onírico. Y seguro que también significa algo, respecto a esa magia y ese mundo onírico que trufa su obra, que su ensayo más celebrado esté localizado en un escenario tan mágico y a la vez tan sombrío como el de la Europa de la peste negra. Les Chemins de la peste, le rat, la puce et l'homme lleva por título.
"Escribí mi primera novela para distraerme de mi trabajo en 21 días. Desde entonces, ése es el tiempo que tardo en escribirlas todas, no planifico nada. La historia va pasando ante mis ojos sin tener nada previsto. Eso sí, después puedo estar seis meses reordenándolo todo". A la postre, su método de trabajo guarda no pocas analogías con las investigaciones de Adamsberg.

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