31 d’octubre del 2013

El hombre que inventó la novela negra en México

[El Confidencial, 31 de octubre de 2013]

RAFAEL BERNAL EN LAS CLOACAS DEL SISTEMA

Carlos Prieto

El ejército patrulla el Zócalo mexicano en agosto de 1968

Nuevo ejemplo del siguiente arquetipo literario: novela que pasa desapercibida al publicarse y resucita varias décadas después convertida en profética bola de nieve. Bienvenidos a la leyenda de El complot mongol (Libros del Asteroide), escrita por Rafael Bernal en 1969, que fundó el género negro mexicano y llega ahora a países como España, Inglaterra y EEUU transformada en texto legendario. "Tiene fama de libro fundacional porque lo es. Fue la primera vez que alguien escribía novela policial en México", aclara Luis Solano, editor de Libros del Asteroide.  Un acontecimiento editorial respaldado por dos pesos pesados de la novela criminal mexicana contemporánea, Yuri Herrera y Élmer Mendoza, que se encargan del prólogo y el posfacio de la edición española.
Prese
El complot mongol cuenta las peripecias de un sicario policial (Filiberto García) que trata de desbaratar un complot para asesinar al presidente de los EEUU de visita oficial en México. García tendrá que trabajar en equipo con el FBI y el KGB. Pero lo que arranca como una novela de espías de la guerra fría, acaba mutando en un paseo por las cloacas políticas de un México en el que la revolución ya había dado paso a la corrupción de una democracia fallida. El desencanto a la mexicana. "Presenció la construcción del Estado moderno, sus múltiples promesas, las transformaciones radicales que experimentó el país y las decepciones que las acompañaron", resume Herrera sobre Rafael Bernal.

Uno de los grandes misterios de El complot mongol es saber cómo Rafael Bernal (México DF, 1915-Berna, 1972), diplomático, poeta y dramaturgo, pudo inventar de la nada el género negro mexicano.  La clave surge al repasar el contexto histórico: el espíritu del libro no salió en realidad de la nada, sino quese nutrió del enrarecido clima político mexicano posterior a 1968, año olímpico y sangriento.
Matanza sin contemplaciones
El concepto 'milagro mexicano' sirve para definir cómo un país surgido de una revolución se había transformado en una saludable democracia con ínfulas progresistas y ansias de expansionismo económico. El problema es que, cuando uno evoca ahora lo de México 68, no sólo se le vienen a la cabeza los aros olímpicos, sino el sonido de los disparos. El movimiento de protesta del 68 mexicano llevaba meses denunciando la deriva del país que iba a albergar los Juegos Olímpicos. El Estado se lo tomó fatal. 1968 pasó a la historia de México por la matanza estudiantil de la plaza de las Tres Culturas de Talatelolco, ocurrida una semana antes de la inauguración olímpica.
"El complot mongol daba cuenta de algo que la historia oficial tardó mucho tiempo en reconocer: el fin del 'milagro mexicano', la podredumbre del régimen y el ascenso de una clase política dispuesta a ejercer la violencia sin mancharse las manos", resume Herrera.
Bern
El género negro, por tanto, como espejo de la crisis social. "La novela policiaca señala sin contemplaciones la podredumbre social y cómo las capas delincuenciales conviven, muchas veces de acuerdo, con la capa que se dice decente y ejemplar. Bernal sigue la ruta del dinero, como sugieren los clásicos, pero sobre todo, la ruta del poder, que es más truculenta y sanguinaria", señala Mendoza.

La fuerza política de El complot mongol se sostiene sobre una paradoja: la denuncia del sistema la realiza un agente policial que no sólo tiene las manos manchadas de sangre, sino que no tiene ánimo de arrepentimiento. Un antihéroe llamado Filiberto García, titán de la ambigüedad moral, que al filo de la jubilación y tras varias décadas sirviendo a la patria tirando de gatillo fácil, está de vuelta de todo.  
García, veterano que aprendió a matar haciendo la revolución, resume así su distanciamiento con una nueva generación de poderosos que aspira a tapar sus tropelías bajo la fachada de la respetabilidad democrática: "¡Pinche coronel! No quiere muertes, pero bien que me manda llamar a mí, porque quieren muertos, pero también quieren tener las manos muy limpiecitas. Porque eso de los muertos se acabó con la bola y ahora todo se hace con la ley. Pero a veces la ley como que no alcanza y entonces me mandan llamar.Antes era más fácil. Quiébrense a este desgraciado. Con esa bastaba y estaba clarito, muy clarito. Pero ahora somos muy evolucionados, de a mucha instrucción. Ahora no queremos muertos o, por lo menos, no queremos dar la orden de que los maten. Nomás como que sueltan la cosa, para no cargar con la culpa. Porque ahora andamos de mucha conciencia. ¡Pinche conciencia!"
O cuando la brújula moral de un país está tan extraviada que tiene que venir el sicario del régimen a ponerla recta. Una ambivalencia política que quizás sea una de las claves de que la novela haya aguantado tan bien el paso del tiempo.      
Para rematar, dos explicaciones más sobre la vigencia de un libro escrito en 1969. La primera tiene que ver con la literatura: "Es un artefacto literario muy logrado, es algo más que un libro de género. Los personajes no son de cartón piedra. En alguna novelas de género negro solo importa cómo avanza la trama. Aquí la crítica social y los personajes funcionan incluso independientemente de la trama", explica Solano.
La segunda explicación está vinculada a la política: "Las nuevas generaciones han podido apreciar no solo cómo la novela registró el estado moral de su tiempo, sino por qué no ha envejecido: su corrosivo sentido del humor, su visión lúcida y despiadada de los hombres del poder... Es una gran noticia que El complot Mongol vuelva a ser publicada, ahora en España. Es una novela que, por sus méritos literarios, se ha convertido en objeto de culto para muchos escritores en el México de hoy, pero además creo que puede servirle a los lectores españoles como una lente, precisa e implacable, con la cual mirar su propio caos nacional", zanja Herrera.



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