1 de març del 2013

Un buen lugar para reposar (Luis Gutiérrez Maluenda)

[Con el alma prendida a los libros, 28 de febrero de 2013]

Montse Martín


Datos técnicos
Título: Un buen lugar para reposar
Autor: Luis Gutiérrez Maluenda
Editorial: Alrevés
Primera edición: Marzo de 2012


Sinopsis
Miles de mujeres conectadas a un sitio de Internet deseando conocer a alguien mejor que la panda de lamentables machos que hasta el momento han jalonado su vida. Miles de hombres conectados a un sitio de Internet deseando ligar, aunque solo sea para poder contarlo a los amigos.
Una anciana de aspecto polvoriento a quien una poderosa inmobiliaria le está haciendo la vida imposible.
Una plaza en L’Hospitalet de Llobregat que da la impresión de pertenecer a cualquier lugar del mundo excepto a la zona metropolitana de Barcelona.
Un bibliotecario que ha visto demasiados muertos para preocuparse por uno más. Un amor inmortal con la fecha de caducidad demasiado cercana. Algún que otro sicario colombiano en pleno ejercicio de sus funciones. Y justo en medio de donde no debería estar, Atila, como no podría ser de otra manera.
¡Ah!, casi se quedaba en el tintero... Un gato muerto.

Autor
Luis Gutiérrez Maluenda nació en Barcelona en 1945. Estudió ingeniería industrial, marketing y trabajó durante años como gestor de grandes cuentas en el sector informático.
Es conocido gracias a sus novelas Putas, diamantes y cante jondo, finalista del premio Mejor Primera Novela del 2.005 otorgado por la Asociación Brigada 21; Música para los muertos, Novela del Mes nombrada por Radio Euskadi y la revista Miscelanea, y 806 solo para adultos, finalista del premio Yo Escribo.
Aficionado a jazz y blues, Luis Gutiérrez publicó el ensayo "Jazz y blues en la novela negra americana" y dio una serie de conferencias al respecto en varias universidades españolas: Universidad Carlos III de Madrid, Universidad de Salamanca y Universidad Autónoma de Barcelona.
De su pluma han salido otros ensayos y cuentos editados en numerosos medios: Coloquio de los Perros, L'H ConfidentialPrótesis, entre otros. Actualmente reside en el barrio de San Andrés, afirma que su gran pasión sigue siendo la lectura y se inspira para escribir paseando por el casco antiguo de la capital catalana.
Tras Mala hostia, esta es la segunda entrega de la serie protagonizada por el detective Atila, cuya continuación es Ruido de cañerías. Su última novela es La fiesta.

Argumento
Atila recibe en su "oficina" la visita de un hombre que concierta citas con mujeres por Internet, porque han matado a su gato. Lo que parecía una tontería se convierte en algo serio cuando aparece el cadáver de una de las mujeres que se habían citado con él.
Paralelamente, una anciana contacta con Atila porque quieren echarla de su piso, en el que lleva toda la vida como inquilina, para construir un edificio nuevo. Para conseguir que se vaya, unos molestos vecinos se han instalado en el piso de abajo, los cuales no tienen bastante con hacerle la vida imposible, también la agreden.
¿Quién aprovecha un perfil en una web de contactos para asesinar? ¿Cómo conseguirá Atila, que en lugar de corazón tiene una piedra, salvar a una viejecita en apuros?
No, no lo es, pero sospecho que una de ellas mató a mi gato. Esa es la razón  por la que he venido a verle. — ¿Por qué cree que fue una de ellas quien mató a su gato? —Porque con la sangre del gato escribió un mensaje en la pared; decía: «Mientras lo degollaba pensaba en ti, mi amor. No te olvido».
— Una inmobiliaria que ya ha comprado el piso a los cinco vecinos restantes, solo quedo yo. Me ofrecen un precio que no me soluciona nada, les he pedido que me cedan uno de los nuevos pisos que van a construir, pero se niegan. Quieren que venda aceptando las condiciones que me ofrecen. — Diga que no y listo. — Eso no es tan sencillo. Unos nuevos vecinos han ocupado uno de los pisos vacíos y me hacen la vida imposible. Me amenazan veladamente, me insultan, ensucian mi propiedad, pintan la pared del rellano con frases soeces. En un par de ocasiones, simulando tropezar conmigo, me han tirado al suelo. Yo creo que se han instalado en el inmueble con el único propósito de asustarme. No sé hasta dónde están dispuestos a llegar.
Paseando por sus calles, cualquiera diría que el barrio es como cualquier otro barrio de Barcelona. Pero no es cierto, solo hace falta esperar unas pocas horas para darse cuenta de que no es así. En cuanto oscurece, el barrio es un lugar violento, desde la plaza de Catalunya hasta el mar, desde la ronda de Sant Antoni hasta el Arc de Triomf, la violencia puede estar en cualquier lugar, aunque no la veas. Está en los portales y en los buzones. Está, más o menos disimulada, en los rostros y en las almas. Está en las pintadas de las paredes y en los rótulos de los establecimientos, en los pasos cautelosos de los viandantes y en las mandíbulas apretadas de los policías que pasean a caballo por la plaza Reial y sus alrededores. Está en las risas de los jóvenes y en las lágrimas de cualquiera de sus habitantes.
 Opinión personal
Aunque conocía a este autor, porque el título de la primera novela de la serie es inolvidable, Mala hostia, no fue hasta que leí un tuit de Enzo del blog Liberty Café hablando de los dos posteriores, cuando me planteé que tenía que leerlo. Gracias, Enzo, de nuevo, desde aquí, por haberme presentado a Atila, del que había caído rendida con el anterior, pero ahora ya me tiene completamente enamorada (cuánto más borde, más duro y más cañero, más me atraen; no tengo remedio, me van los tipos duros en las novelas y en la tele).
Quería hacer una aclaración: me encanta leerme las series seguidas, si puede ser sin dejar ni minuto y medio entre un libro y otro. Pero, en este caso, me equivoqué. Maluenda utiliza los primeros capítulos
para ponernos en antecedentes de lo que ha pasado en el anterior (pero no del argumento, solamente de los personajes); como lo tenía todo tan reciente (porque terminé uno e inmediatamente me puse con el otro), me aburrí soberanamente, lo abandoné, y lo he vuelto a retomar pasados unos días. No cometáis el mismo error.
Como con el precedente, tiene una banda sonora propia, los tangos de Carlos Gardel, pero en mi cabeza sigue sonando Sabina, no lo puedo evitar.
La portada, como todas las de esta editorial, con la excepción de la de Respirar por la herida de Víctor del Árbol, muy llamativa; también puede ser porque siento una debilidad especial por el rojo y el negro juntos; el gatito es el desencadenante del caso y la botella, el Vat 69 que le vende el pakistaní de la esquina a Atila.
El título muy bonito, me ha dado mucha tranquilidad; aunque no hay ningún lugar donde el protagonista pueda reposar, porque es una persona que si no tiene problemas, se los inventa: tiene una especie de imán para los líos.
Ambientada en Barcelona, la novela está estructura en veintitrés capítulos titulados, cuyos títulos nos adelantan el tema que se va a tratar en cada uno de ellos.
Escrita en primera persona, con un narrador personaje, Atila, siguiendo un orden cronológico lineal con muchísimas retrospectivas, el estilo es natural y conciso, muy campechano, con una trama sólida y bien urdida, y un ritmo rápido.
Y aunque el estilo parezca espontáneo y la novela para pasar un buen rato, el autor se sirve de su pluma para criticar todo lo que se le pone por delante, aprovechando el humor del protagonista, lo que
posibilita que podamos leer entre líneas y hacer varias interpretaciones de ella.
Como en Mala hostia, la manera que tiene de contarnos su historia Atila, junto con los diálogos, son lo más destacado de la novela: un humor negro, ácido, sarcástico y cáustico.
Los personajes muy bien perfilados, son otro gran acierto de la obra. Aquí ya los conocemos, pero el autor nos habla de nuevo de sus vidas, por si alguien no se ha leído la primera parte. No puedo dar otra versión de ellos que la que hice en la otra entrada, así que hago un corta y pega, y me repito.
Atila es el prototipo de policía/detective de cualquier buena novela negra que se precie: borracho, calavera, no tiene donde caerse muerto (su tarifa son cincuenta euros diarios), malvive en un cuartucho de quince metros cuadrados y tiene problemas con su ex.
Pero no es, en absoluto, un arquetipo: es un perdedor, pero él no se siente un fracasado; es un tío de carne y hueso que a mí primero me encandiló y ahora me ha "enamorado", pero que entiendo que a cualquiera le pueda caer como una patada en la boca del estómago; no deja indiferente en absoluto. Si antes era borde, ahora se ha superado; pero es una persona cada vez más noble, aunque parezca que no tiene corazón (y lo debe de tener, porque en esta novela sufre, y mucho).
Junto a él, todo un elenco de lo más variopinto: Mabel, la exesposa, que no es más tonta porque no entrena. Lena, una argentina que trabaja en el locutorio donde Atila ha instalado su oficina. Carrito, un camarero colombiano antiguo miembro de las FARC. Y Valentina, la dueña de ese bar, de la que Atila se nos ha enamorado. Y un montón de personajes secundarios, apenas perfilados, pero lo suficiente para saber como son y como piensan.
Los escenarios y ambientes muy bien logrados, convirtiéndose el Raval de nuevo en otro personaje más de la novela, con unas atmósferas que siguen siendo densas y asfixiantes.
Me ha gustado la aparición de la Biblioteca La Bòbila, el cameo de Jordi Canal, el director real de la biblioteca y el homenaje que el autor hace, a través de él, a los amantes de la novela negra.
Aquí no hay un único final, hay tres, y todos son inesperados. Me llama la atención la manera que tiene de resolver los casos, porque el autor no nos da ninguna pista y cuando llega el desenlace nos termina sorprendiendo. Me hubiese gustado que hubiese dedicado más tiempo a uno de los tres tratados en la novela, sobre el que pasa de puntillas, pero lo ha resuelto en unas poquitas páginas. Sí, ya sé que no os he hablado de él, pero lo he hecho a propósito; es un tema que hubiese dado mucho juego y con el que el autor se podría haber despachado bien, porque posiblemente es el que más nos duele a todos.
Lo que le sucede a la anciana es también un tema muy duro, a la orden del día, pero no por los desahucios de los bancos, de los que prefiero no hablar porque se me calienta la boca y la lengua empieza a irme más rápido que el cerebro y la liamos; también los especuladores son para darles de comer aparte. Porque ¿cuántas personas mayores viven en pisos de "renta antigua" cuyos dueños deciden un día echarlos a la calle?. Y todos ellos no tienen a un Atila en su vida. ¿Ahora podéis comprender por qué se ha convertido en "mi héroe"?.

Valoración: 8 ,5

1 comentaris:

 
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