25 de juliol del 2011

Las chicas también disparan

[Público, 25 de julio de 2011]

Paula Corroto

Semana Negra. El festival gijonés cuenta este año con mayor presencia de escritoras

En su manual Cómo escribir relatos policiacos, C. K. Chesterton afirmaba sin tapujos que una novela negra sólo podía ser escrita por un hombre. Era el año 1934 y en esa fecha, sin embargo, ya despuntaba una joven Agatha Christie con Muerte en la vicaría y Asesinato en el Orient Express. De este prejuicio, hoy desfasado, quedan, no obstante, pequeños rescoldos. En 2008, los escritores escoceses Ian Rankin y Val McDermid sostuvieron una notable disputa tras manifestar el primero que todas las escritoras de novela negra eran lesbianas. "Desde luego, está claro que la lucha no ha terminado. En algunos círculos hay prejuicios hacia las mujeres que simplemente escriben. Y todavía quedan personas que piensan que las mujeres necesitan permiso para escribir sobre la violencia, aunque ellas sean sus primeras víctimas", cuenta a este periódico McDermid, autora de Un territorio oscuro.

Como en muchos otros ámbitos, las mujeres también han tenido que romper muros en la literatura. Sobre todo en aquellos géneros adscritos casi de forma inconsciente al hombre, como es la novela policiaca, la ciencia-ficción o la fantasía. Entre los primeros libros de Agatha Christie y los de Patricia Highsmith pasaron más de 30 años. Después hubo que esperar a la explosión de P. D. James, RuthRendell, Sue Grafton y Sarah Paretsky en los ochenta. Y ahora, han tenido que pasar otras tres décadas para que las nórdicas Åsa Larsson, Camilla Läckberg y Mary Jungstedtcanibalicen el mercado como sus compañeros Henning Mankell y Stieg Larsson.

"El mal no se nota en la cara", explica la autora María Zaragoza

Un estallido de escritoras de novela negra al que se han unido en los últimos tiempos españolas como Cristina Fallarás, Vanessa Montfort, Mercedes Castro, Teresa Solana, Yanet Acosta y María Zaragoza, sin olvidar a la precursora Alicia Giménez Bartlett.

La Semana Negra de Gijón, que comenzó el viernes, parece haber tomado buena nota de este fenómeno reciente, aunque aún pervivan ciertas cenizas del anticuado prejuicio. En su edición número 24 ha programado, precisamente, a 24 escritoras de un total de 140 autores. Es decir, las mujeres representan todavía un somero 17,1%, pero como confirma su director, Paco Ignacio Taibo II, a este diario, "es cierto que hay una presencia mayor que en otras ocasiones".

Impulso comercial

Las novelistas españolas son más crudas, según Paco Taibo II

¿Qué razones se esconden tras esta irrupción? Las propias autoras responden, de antemano, que el instinto comercial de las editoriales ha cambiado con respecto a las mujeres. "Los sellos ahora están apostando por nosotras. Las editoriales están llenas de ideas preconcebidas, pero se han dado cuenta de que nosotras también podemos vender como los hombres", afirma Yanet Acosta (Tenerife, 1975), autora del policial gastronómico, El chef ha muerto, editado por Nuc, y que desde su publicación en mayo ha obtenido excelentes críticas.

"El mundo editorial está abriendo el mercado. Y creo que le debemos mucho a las nórdicas, que son las que han abierto las puertas", añade Vanessa Montfort (Barcelona, 1975), quien con el thriller Mitología de Nueva York (Algaida) ganó en 2010 el Premio Ateneo de Sevilla.

Una vez que los sellos han roto con sus escrúpulos, las librerías se han inundado de títulos que suscitan una buena batería de preguntas: ¿cómo narran los crímenes las mujeres? ¿cómo abordan la violencia? ¿por qué suelen plantear temáticas como el secuestro o el asesinato de niños?

Para McDermid, "las novelas de las mujeres cubren un mundo más amplio"

Teresa Solana (Barcelona, 1962), autora de Negras tormentas, novela protagonizada por una inspectora "aunque no se haya alcanzado la paridad, hoy no es inverosímil una mujer policía", dice, no cree que deba ser una mujer la que trate en exclusiva de estos temas, pero "cuando te pones a escribir no puedes dejar colgado el traje que determina tu sexo". Solana defiende que su escritura parte de lo que le preocupa como "mujer y ciudadana". "Y reinvindico que las mujeres y hombres no somos iguales en ciertos aspectos. La maternidad es una de esas cosas", añade esta escritora, en cuya novela cobra gran importancia la relación entre la inspectora y su hija okupa.

Más incisiva aún se muestra Cristina Fallarás (Zaragoza, 1968), que ha recibido este año varios premios por Las niñas perdidas (Roca), una historia crudísima sobre el crimen de dos pequeñas. "Está escrita con mucha rabia", afirma. "Es una rabia que nace de los abusos que hemos sufrido y sufrimos todas como madres e hijas. Quería que doliera porque formamos parte de una generación en la que nos han educado para ser hombres y luego nos han dicho que seamos madres y putas. Todo eso junto es dificilísimo de llevar".

En el mismo sentido se expresa la escocesa McDermid, quien durante los ochenta cubrió las huelgas mineras inglesas como periodista: "Las mujeres tienen trabajo, se ocupan de sus hijos, de sus padres... Hasta ahora, esa experiencia no es la de los hombres, y cuando escribes sacas tu propia experiencia vital. Por eso, las novelas de las mujeres cubren un mundo más amplio". Como paradigma aparece Sophie Hannah, cuyo último policiaco es La mala madre.

"La violencia ha existido siempre en la mujer", admite Teresa Solana

Para otras autoras, sobre todo de generaciones posteriores, esta feminización de la novela negra no es tan evidente. "No creo que temáticas como la maternidad sean algo específico de las mujeres, lo que ocurre es que nosotras tenemos menos pudor para escribir sobre ello", apostilla María Zaragoza (Campo de Criptana, 1982). Ella es autora de Dicen que estás muerta (Algaida), premio Ateneo Joven, una novela que surgió tras el asesinato de una chica en su pueblo hace seis años. Nunca le interesaron los aspectos más femeninos. "El asesino era un chaval que acudía todos los domingos a comer calamares al bar que tienen mis padres. Lo que me chocó es que el mal no se nota en la cara", explica.

Yanet Acosta y Vanessa Montfort también insisten en que el interés por determinadas temáticas es una cuestión de sensibilidad de las personas, no de sexos. "Yo tengo muchos alumnos en mis talleres literarios y hay un 90% de fallo cuando les digo que identifiquen el sexo del autor", sostiene Montfort.

Lenguaje crudo

"Tienes que narrar de forma que duela", subraya Cristina Fallarás

Con respecto al tratamiento de la violencia y el lenguaje, sí existe un cambio con respecto a las novelas de Agatha Christie o a ciertos thrillers de los ochenta, principalmente, anglosajones. Paco Ignacio Taibo II cree que es muy revelador que las novelas escritas por las autoras españolas sean mucho más crudas que las de las anglosajonas.

"Yo no entiendo esas novelas en las que los policías leen, escuchan jazz o van a la ópera. En una novela negra ocurren cosas desagradables y tienes que narrarlo de una forma que duela. Cuando escribo novela negra, lo último que deseo es provocar sosiego en el lector", afirma Fallarás, quien pone como mal ejemplo las historias de Donna Leon: "Cuando la leo lo que me apetece es tumbarme en un sofá y beberme un Chianti", añade.

Las escritoras quieren dejar atrás el viejo prejuicio de que la sangre mancha demasiado a la mujer. De que es más sutil y femenino matar con arsénico. "Es una tontería porque la violencia ha existido siempre en la mujer, lo que ocurre es que hasta no hace mucho, han sido los hombres lo que han tenido el monopolio. Ellos eran los que estaban en la policía, el ejército y la delincuencia. Ahora no", admiteTeresa Solana.

Horribles asesinatos y denuncia social forman parte ya de las novelas escritas por mujeres. Pese a las indicaciones del viejo Chesterton, ellas también disparan.

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