Las niñas perdidas
de Cristina Fallarás
Editorial Roca (Colección Criminal), 2011.
Acabo de leer dos libros casi sin respirar entre el final de uno y el comienzo del otro. Y en el Finisterre francés me recupero de la agotadora pero intensa experiencia. Uno de los libros, El juego del mono, de Ernesto Pérez Zúñiga, llegó por correo, toda vez que el cartero habitual de mi barrio ha muerto y lo han reemplazado por otro que no odia los libros, o algún milagro parecido. El otro libro, Las niñas perdidas, de Cristina Fallarás, tuve la suerte de adquirirlo tras la presentación realizada por la autora en Tipos Infames (suerte de poder asistir y tener dinero para comprarlo, alineación astral poco frecuente). Pérez Zúñiga me inquietó —y me inquieta todavía— con la historia de un hombre al limite de sí mismo, que podría ser cualquiera nosotros, sin saberlo, al mismo tiempo que señala, recuerda y acusa algo evidente pero obviado: somos monos vestidos, fieras apenas civilizadas y con tarjeta de crédito. Muñeca rusa en La Línea de Gibraltar, El sueño del mono es un libro dentro de un libro dentro de un libro dentro de un hombre que a su vez contiene un libro. Muy recomendable. En cuanto a Las niñas perdidas, ha venido conmigo en este viaje y desvela mis noches en Penmarch, donde acaba el mundo conocido, si es posible conocer en realidad alguno. Su detective (rabiosa e íntegra en su miseria moral pasada) no hace más que recordarme que este mundo es tan bestial como pensaba y aun más si te lo cuenta Fallarás con palabras creíbles y bien ensambladas. Una Barcelona que los turistas no conocen, pero acecha en la realidad de estas páginas. Mientras llueve y sopla el viento, no puedo dejar de leer.
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