[Viaje alrededor de una mesa, 27 de junio de 2011]
Empezad por leer esto:
¨La calle Joaquín Costa del Raval barcelonés es territorio de filipinos, paquistaníes, algún marroquí, y una horda de piojosos pendulantes. Dos o tres coctelerías desubicadas arrastran al anochecer a algún moderno y un puñado de aspirantes a intelectual tatuado, sin que cambie un ápice el sucio corredor. En los pequeños balcones uno puede observar, si se fija, a alguna niña en bragas a la espera de que su madre consiga del cliente una eyaculación rápida. Si en la ciudad hubiera asesinatos, podrían fácilmente ocurrir en esa calle y sus alrededores. Pero no hay asesinatos, y en las aceras se amontonan basuras, borrachos, lateros, jóvenes traficantes de metanfetamina oriental, grasa de durum, algún tomate reventado en descomposición y estudiantes universitarios.¨
Es acojonante. Al menos a mi me parece acojonante, y lo mejor de todo es que toda la novela es así; cruda como la misma Barcelona que nadie ve, cruda como la vida de la gente normal que va a trabajar cada día por un misero sueldo, cruda como las penas que nos invaden a todos, esas penas que nos quitan el sueño, que nos roba los sueños, que nos hacen ver que en realidad no somos mas que unos pobres esforzados apilando piedra día tras día, empujando un presente y esperando un futuro cada vez mas negro.
Ya en Twitter avisé, desde la pagina 18 tuve la sensación de estar ante un muy buena novela, una de esas que sabes que vas a disfrutar, que vas a recordar y lo mas importante, que te va a llegar. Y no me equivoqué ni un gramo. Sus 194 páginas son uno de los mejores retratos de Barcelona que he leído nunca, de sus barrios, de sus gentes, de sus costumbres, de su pasado, sobre todo de su presente. Un fresco realista y alejado de la Barcelona postelera que bien conocen los de fuera y muchos de los de dentro, alejado de toda realidad que conozcáis que no sea la propia realidad que aquí se describe, porque es así, todo esto es real, yo mismo me he pasado dos largos años trabajando justo en el centro del barrio del Raval, justo delante de la calle Joaquín Costa, y todo, exactamente todo es real, tan real, que cuando uno lee esta novela y traza un mapa fotográfico en su mente con todas las calles, plazas, esquinas, portales, hospitales, carreteras, tiendas, bares, jardines y demás rincones oscuros, ha de aguantar la respiración, serenarse, y, aún a sabiendas que todo eso es real, saber que esta leyendo un novela, convencerse de que solo es una novela, unanovelaunanovelaunanovela, joderjoderjoderjoder.
Pero no solo de Barcelona trata Las niñas perdidas, Barcelona solo es el gran telón de fondo donde Victoria González se gana la vida como detective privado. Ex periodista, separada dos veces, con un pasado tan oscuro como el pelaje de un felino de mal agüero y embarazada de 5 meses, Victoria González, Vicky, es una superviviente, una mujer dura, fría y de origen humilde, que ha logrado salir a flote, mantenerse, y empujar los días desde su oficina en el barrio del Raval. Un sobre con mucha pasta y unas pocas instrucciones, bastan para que Victoria y su ayudante y gran amigo Jesús, se pongan en marcha para investigar una de las brutalidades más horribles que alguien puede cometer.
Una investigación que llevara a Victoria a enfrentarse cara a cara con restos de su pasado, a verse con la locura, con la pobreza, con los recuerdos, a verse con la clase adinerada, poderosa y estupida a verse también con lo mas bajo, con lo mas podrido, lo mas penoso y lo mas atroz.
Pero lo mejor de esta novela, lo que mas se disfruta siempre de las novelas, es la manera en que esta escrita; la manera en que Cristina Fallarás forma las frases, los diálogos, los párrafos, las paginas, la historia, como le da forma, como la construye, como la desarrolla, como describe, como insulta, como insulta mecagoenlaputa joderjoderjoderjoder la Fallarás es potentísima, áspera como una tarde de verano sin agua, brusca y ruda, redonda, redondísima, con unas sentencias a prueba de bombas, con unas verdades tan exactas que ruborizan a cualquiera que se atreva a leerlas, con clase, pero esa clase que te da la experiencia de la vida, el conocimiento, sólida, sólidasólidasólida y real, asustadizamente real.
Pero que nadie crea que Las niñas perdidas es sórdida o miserable, o penosa o cruel. Donde hay niñas y hay muerte, y más que eso, crueldad, puede uno caer en la sordidez, en la facilidad del escarnio y en el recurso siempre fácil de la descripción. La Fallarás no lo ha hecho. Por supuesto hay dolor, y hay imágenes y maldad, pero no hay nada de facilidad en esta novela, lo que hay es una bruma de hechos, una constatación de algunos hechos, una seguridad de atrocidades, pero ninguna realidad, todo se reduce a que el lector sepa, pero que no vea. Sutil, efectivo y grandioso.
Sin duda es una de las novelas de género negro que más me han gustado desde hace tiempo, lejos de los esquemas, lejos de los convencionalismos, con un lenguaje propio y con una fuerza brutal, cortante como el filo de un cuchillo carnicero, incomoda, perturbadora y muy negra, negranegranegranegra.
Las niñas perdidas ganó el Premio internacional de novela negra L´H Confidencial en su quinta edición en 2011. Y la anterior novela de Cristina Fallarás Así murió el poeta Guadalupe fue finalista al Premio Dashiell Hammett de novela negra en 2010. Y lo mejor de todo, su próxima novela Estado de sitio que se publicara a finales de año por DVD Ed. ha ganado el XLII Premio Internacional de Novela corta ¨Ciudad de Barbastro¨. Así que, que cojones, no me hagáis caso a mi, pero tres jurados distintos de tres premios distintos, algo de razón han de tener, ¿no?
A Cristina Fallarás la podéis seguir en su blog o también podéis daros una vuelta por la magnifica web que desde su despacho, en el centro del Raval, capitanea con muy buena mano y un buen equipo, la magnifica Sigueleyendo
Y si después de todo, os han entrado ganas de leer un poco de Las niñas perdidas, aquí tenéis los primeros capítulos.
Las niñas perdidas
Cristina Fallarás
Editorial Roca 2011
194 paginas.
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