[La medicina de Tongoy, 2 de mayo de 2011]
A continuación el habitual y (ya supongo que) esperadísimo resumen de mis lecturas del mes de abril. En esta ocasión, por aquello de agilizar, vamos a hacerlo un poco diferente, a ver qué sale: nos dejamos de zonas cálidas, templadas y frías en favor de una exposición cronológica, mucho menos traumática para aquellos de los que vaya a hablar fatal.
El mes no pudo empezar peor: al “Nocilla Dream” de Agustín Fernandez Mallo le siguió el “Richard Yates” de Tao Lin. Malo uno, peor el otro. “Nocilla Dream” me hubiese valido como experimento si no hubiese sido comparado en su momento por algunas personas con aquella otra novela también desestructurada, también de montar, que era y es “Rayuela”. Entraré en detalles dentro de unos días, cuando pueda dedicarle unos minutos robados. Respecto al libro de Tao Lin ya hablé en su momento largo y tendido aquí y no tengo nada más que añadir. Inmediatamente después, un caramelo: “Levantad carpinteros, las vigas del tejado”, otra pequeña obra maestra de J.D.Salinger: una lección de estilo, una narración elegante, un relato íntimo y apasionado y apasionante que debería ser lectura obligada en los colegios. Salinger, todo el mundo lo sabe, huía de la luz pública, exactamente lo mismo que hace el autor de mi siguiente lectura, Thomas Pynchon. La elegida fue su última novela, “Vicio Propio”, de la que también hablé aquí y por la que también bebo los vientos desde entonces. Ella me metió el gusanillo del “negro” en el cuerpo y me sentí afortunado al haber incluido “Las niñas perdidas” de Cristina Fallarás entre los proyectos del mes de abril. Una lectura entretenida y ágil, un relato salvaje con el que quizá fui demasiado duro en su momento, estando como estaba demasiado influenciado por la excelsa calidad de las obras leídas inmediatamente antes. El tiempo me resta parte de razón y hoy la recuerdo con agrado.
(Fue inmediatamente después cuando empecé a incumplir el proyecto de lectura del mes de abril. Yo esto lo hago mucho (comprometerme con lecturas y no cumplir después, quiero decir) y fue gracias a ello (a la costumbre) que ni me causó trastorno ni me sentí culpable y así pude disfrutar de un mes insuperable.)
Luego, otro paréntesis, en esta ocasión para el drama pasional llamado “Los enamoramientos” de Javier Marías, de la que en su momento ya hablé largo y tendido y sobre la que no tengo intención de volver. Y justo después, más negra, pero en esta ocasión de la ligera, la de detectives, aquella que no atiende a géneros al tratar de romperlos. Primero fue “Un detective en Babilonia” de Richard Brautigan, al que no tenía el placer de conocer y que me proporcionó un par de días bastante divertidos. Luego un viejo conocido: Ricardo Piglia. “Blanco nocturno”, también enmarcada en el género detectivesco -aunque en esta ocasión de campo- es de esas novelas que sorprenden por su elaborada construcción, con personajes interesantes, inteligentes, con un trasfondo histórico enriquecedor. Es de esas novelas que hacen malas a las demás por lo que supongo que no tardarán demasiado en pegarle un tiro en la nuca al pobre Ricardo todos esos envidiosos que escriben noveluchas de mierda. Ya iré dando nombres. Bien. ¿Qué más? Como verán ha sido un mes de lo más productivo.
Tocaba cambio de registro. Necesitaba algo diferente y me tropecé en la biblioteca, un poco bastante por casualidad, con la novela “Nada” de Janne Teller, que dicen que ha vendido la de dios es cristo y que por eso ahora todos los niños escandinavos se la tienen que leer porque sí. Vale, no sólo por eso, también por el brote de filosofía existencialista que incorpora y del que quieren sacar provecho obligando a pensar a las pobras criaturas. Pero no adelantemos acontecimientos: en breve, una entradilla, breve también. Inmediatamente después me puse con una de esas recomendaciones que roba uno en blogs de fiar: “Sukkwan Island” de David Vann, un relato padre/hijo injustamente comparado con “La carretera” de McCarthy, con el que apenas guarda un par de casuales coincidencias (un padre, un hijo, un entorno hostil y punto.) Me gustó mucho. Es de las que acompañan durante semanas después de leída.
Y cerrando el mes, tres libros. El primero “Viaje de Invierno” de Amelie Nothomb es una divertida ficción en torno al amor y el despecho que dio lugar a una entrada que de puro mala me he negado a publicar. El segundo fue otra recomendación robada: "Venganza Tardía" de Ernst Jünger: un interesante relato autobiográfico en el que autor rememora su época de estudiante de primaria. El tercero y último, acabado por los pelos el último día del mes, fue otro libro de Jim Thompson. “Hijo de la ira” es una novela rápida y dura que trata sobre el odio. Hasta aquí puedo leer. Es un relato mucho menos cruel de lo que esperaba pero que igualmente deberían evitar todos aquellos que sufran del corazón.
Y eso fue todo; que ya no estuvo mal. En general me llevo un recuerdo sensacional del fallecido mes de abril, Javier Marías incluido. He disfrutado de todas (t-o-d-a-s) las lecturas, incluso de las peores, por unas razones o por otras, da igual. Y es que de las malas novelas también se aprende mucho. Quien sabe, quizá por eso las escriben.
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