[Mentiras completas y verdades a medias, 23 de octubre de 2009]
Pedro de Paz
Uno escribe, principalmente, porque disfruta haciéndolo. Acerca de eso no suele haber motivo de discusión. Pero también suelen existir otras pulsiones que te empujan a lanzarte a esta complicada aventura. Uno también escribe para ser leído. Escribir es experimentar el placer de transmitir, de contar, de comunicar. Escribir es albergar un ánimo de compartir. Jamás me he creído el camelo del escritor intimista que dice escribir para sí mismo como ejercicio catártico con el que combatir sus demonios existenciales o cualquier otra gilipollez de similar o mayor calado. Ese tipo de pomposidades suelen ocultar la actitud pusilánime del que se siente dominado por un exacerbado pavor a que sus textos sean juzgados, paradójicamente por aquellos a los que, con toda seguridad, fueron destinados, esto es, los lectores.
Porque sin ellos, nada de esto tendría sentido. Sin lector, no habría escritor. O, de existir, su labor no tendría el menor sentido. Sería como tratar de establecer un diálogo con un sordo o ponerse a escuchar a un mudo. Uno de los dos componentes básicos, esenciales, de la comunicación estaría fallando. Y con ello, la propia comunicación.
Por ese motivo, cuando uno recibe fulgores, pequeñas señales al respecto, aunque en apariencia parezcan triviales —la trivialidad siempre es una cuestión de perspectiva—, cuando uno recibe la confirmación de que ese deseo de comunicación se constituye y establece, no puede evitar que le invada un auténtico sentimiento de orgullo y satisfacción —como el del rey en el discurso navideño—. Como digo, quizá sean detalles pequeños, minúsculos, poco importantes en apariencia, pero de gran valor para el que sabe captar la señal. Hace unos tres meses surgió una de estas balizas cuando la biblioteca La Bóbila, una de las más populares y conocidas de L’Hospitalet —y de toda España— por su especialización en género negro y policíaco, publicó su lista de las 25 novelas más prestadas a lo largo del primer semestre del 2009 y entre ellas se encontraba El documento Saldaña a la altura de autores como Connelly, Camilleri o Mankell. Otra surgió un par de semanas después cuando llegó hasta mí la noticia de que el servicio bibliográfico de la ONCE escogía El documento Saldaña como novela especialmente recomendada y decidía su traducción al sistema Braille.
Hoy, a través de un amigo, me ha llegado otra de estas nuevas señales. Al parecer, El documento Saldaña ha sido seleccionada como una de las lecturas mejor valorada por los lectores de la biblioteca pública de Piedras Blancas (Asturias), por delante de títulos de mayor prestigio aparente.
Este tipo de situaciones son las que hacen sentirte orgulloso y satisfecho por el trabajo realizado. Son el fiable testigo de que, poco a poco y con cierta constancia, se van cumpliendo tus objetivos, aquellos que, conscientemente o no, te marcaste al iniciar esta loca aventura.
Muchas gracias. A todos vosotros.
Silencios
-
C’est à l’occasion de la venue de Claudio Fava à TPS (où il a d’ailleurs
gagné le prix Violeta Negra pour La vengeance de Teresa) que j’ai découvert
ce pet...
Fa 15 hores
0 comentaris:
Publica un comentari a l'entrada