6 de març del 2009

Sobre Retrato de familia con muerta

[Ceremonias, 6 de marzo de 2009]

Alexis Ravelo

Tengo sobre la mesa un libro, Retrato de familia con muerta, de Raúl Argemí, que obtuvo el Premio Internacional de Novela Negra L’H Confidencial 2008. Este premio lo promueve la Biblioteca La Bóbila, de L’Hospitalet y en la elección del ganador intervienen directamente sus clubes de lectura, esto es, los lectores. ¡Bien por esos lectores!

Retrato de familia con muerta, inspirado por un suceso real (no te equivoques, listillo: no es una novela-reportaje ni una non fiction story), cuenta la muerte en extrañas circunstancias de una mujer de la sociedad acomodada, o, más exactamente, cuenta cómo su entorno se confabula (con ese descuido de quien está acostumbrado a la impunidad), para intentar hacer pasar por accidentada en la bañera a una mujer con seis balazos en la cabeza.

La obsesión del juez Juan Manuel Galván, alias Charquito (hombre físicamente disminuido y, según él mismo, con engañosa cara de idiota) no es averiguar quién o quiénes son los autores materiales del crimen, sino, antes bien, entender el cómo y el porqué, tanto de su ejecución como de su intento de ocultación.


La novela transcurre entre la nocturnidad del despacho del juez (quien, con su incondicional amigo Ritter, un “tipo duro”, inteligente y mordaz) y el eterno retorno al día de autos. A través de una multivocidad de voces (la voces de Galván y del Ritter, los archivos de la instrucción e, incluso, un coro de Erinias), Argemí va pergeñando esta historia devastadora sobre los trapos sucios de las aparentemente impolutas zonas residenciales exclusivistas. Así, nos acerca al retrato en una sociedad plagada de contradicciones, donde la clase privilegiada, mercantilista y corrupta, aún no ha pagado (ni pagará) su alianza con la anterior dictadura y continúa beneficiándose de los privilegios que aquella asociación le otorgara, para buscar nuevos aliados, menos visibles pero igualmente despiadados. Es la clase de los “inocentes”, delincuentes de cuello blanco que acostumbran a salir bien parados de sus excursiones hacia el otro lado de los límites de la legalidad. No te escandalices, mi querido lector neoconservador: en esta ocasión, la novela transcurre en Argentina. Pero no me digas que no te suena la sociedad que describo.

Al margen de su lectura sociopolítica, Retrato de familia con muerta es, en mi opinión, una novela eficaz y lúcida, epatante y cruel (quizá porque el motor de la trama es, precisamente, la piedad), y presenta, desde mi punto de vista, muchas otras cualidades: su uso del lenguaje, natural y eficiente, mas no exento de sentido poético; la cuidada construcción de personajes; la consistencia de su argumento; su agilidad, sobre todo en los diálogos, y, por último y, sobre todo, un soberbio tratamiento del tiempo.

Una buena lectura para quienes gustan de textos atractivos y desasosegantes que hacen pensar. Absténganse lectores de Agatha Christie y creyentes en la justicia. Podría ocurrirles que pasaran un mal rato.

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