Miller tenía once años cuando Douglas, su adorado padre fue detenido por el asesinato de tres niñas desaparecidas en la isla de Fidra y condenado a pasar el resto de su vida en la cárcel. Aunque mantuvo en todo momento su inocencia, Miller jamás le creyó y su niñez se rompió en mil pedazos.
Treinta años después, tras la muerte de Douglas, Miller recibe en herencia la isla en la que tuvieron lugar los hechos, toda la documentación judicial y una carta póstuma en la que su padre insiste en su inocencia.
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