¿Qué se lee en un club de lectura? Una de las atribuciones que no hemos mencionado coordinador es la de asegurarse que cada miembro del club puede disponer de un ejemplar del libro que se va a leer. Esto no significa que sea él quien elija esa lectura, ya que es una decisión que toma el grupo, bien sea por consenso o por votación. Lo habitual es que se confeccione una lista de títulos variada, que incluya best-sellers o libros que en ese momento sean atrayentes para un posible lector, por su novedad, promoción editorial o versión cinematográfica reciente, como, por ejemplo, El juego del ángel, El niño con el pijama de rayas o Los girasoles ciegos. Esto no significa que se excluyan libros clásicos o contemporáneos menos conocidos, pero de calidad literaria reconocida, como 1984, La náusea, Don Quijote o Rayuela. Por lo tanto, no importa la época, el autor o la lengua en que hayan sido escritos mientras se tenga en cuenta el factor de actualidad para algunos títulos (en especial los primeros), pues así se captará un mayor número de lectores que podrán compartir su gusto por la lectura y disfrutar de otros libros que no habrían leído por sí mismos. Por otra parte, también podemos encontrar variantes de este modelo si restringimos el género o subgénero de libros que se proponen para la lectura y el perfil de los miembros del club. En cuanto al género, la mayor parte se decanta por la novela, pues suele poseer un argumento más elaborado y un número de personajes mayor que el teatro o el relato corto, además de ser más popular entre el público lector. La poesía es más complicada de interpretar y no ofrece ningún tipo de trama cuando es lírica, aunque se sabe de ciertos clubs de lectura que inician sus sesiones con la recitación de un poema. Sobre el género novelesco o subgénero, a veces está íntimamente ligado con el perfil de lector que se requiere, como es el caso de la Literatura Infantil y Juvenil que está destinada a niños de hasta 12 años o a adolescentes a partir de esa edad, y que suele inscribirse en el marco de actividades académicas o de programas de animación a la lectura organizados por bibliotecarios. Otro ejemplo sería el de la Literatura para Mujeres, dentro ya de los talleres de lectura para adultos, donde sólo tendrían cabida lectoras que leen a escritoras contemporáneas, por ejemplo. Para evitar malentendidos es oportuno aclarar que este género narrativo surgió, en lengua castellana, durante los años ochenta, gracias a la senda abierta por algunas precursoras como Ana Mª Matute, Carmen Martín Gaite o Carmen Laforet, y que se materializó en algunos nombres propios que hoy resultan de sobra conocidos (gracias, también, a sus artículos de opinión), como Almudena Grandes, Rosa Montero, Espido Freire o Maruja Torres. La novela negra, en cambio, no requiere un perfil específico de lector, aunque sí unos gustos afines, relacionados, sobre todo, con el cine policíaco y detectivesco, que tan popular fue en los años cuarenta y cincuenta por las adaptaciones de algunos títulos clásicos de Raymond Chandler, Dashiell Hammet o Agatha Christie. Podemos encontrar información actualizada de algunos de ellos, como el de la asociación Brigada 21, el club de lectura de la Biblioteca de la Bòbila o el de la Biblioteca de la Calzada, bajo la forma de blogs, páginas web o en distintas redes sociales. Por último, no sería justo olvidar un tercer factor que, más que restringir, agrupa a una serie de lectores que disfrutan leyendo en inglés, francés, italiano u otra lengua distinta de la suya.
¿Dónde se puede organizar un club de lectura? Para empezar, distinguiría entre espacios reales y espacios virtuales. Los espacios reales suelen ser, en su mayoría, bibliotecas, aunque también son frecuentes en los centros educativos (colegios, institutos, universidades…), las casas de cultura, los hogares del jubilado o lugares gestionados por la administración pública donde sea necesario diseñar actividades que fomenten la cohesión social de un colectivo concreto y dispongan, a su vez, de un fondo bibliográfico suficiente. Tampoco es extraño que algunas entidades privadas, como librerías o centros comerciales, acojan estos eventos, aunque siempre con la mirada puesta en la promoción de ventas. Otros espacios, como bares, locales de ocio y domicilios particulares, son menos habituales por motivos de comodidad, disponibilidad de materiales y culturales (en Inglaterra y EE.UU. lo habitual es reunirse en las casas de los miembros del club). Las ventajas de disponer de un espacio real son evidentes: mayor conciencia grupal, por la posibilidad de establecer lazos afectivos más sólidos, mayor capacidad de interacción, de debate, de respuesta inmediata, de diálogo, sin olvidar la participación en actividades externas relacionadas con el club, como cenas, excursiones, visitas al teatro y al cine… tal y como se ha mencionado en el primer apartado de este artículo. Entre las desventajas, la principal sería el tiempo, ya que, a pesar de que la periodicidad sea semanal, quincenal o mensual, no siempre podemos escapar de los imprevistos, los compromisos sociales o el cansancio que nos sobreviene a todos cuando termina la jornada laboral. Si lo comparamos con los espacios virtuales, también podríamos añadir la dificultad de intercambiar impresiones con otros compañeros durante la lectura o, si se realiza mediante fragmentos programados para fechas concretas, sumaríamos la angustia personal de no llegar hasta la página 240 (además del tiempo libre, no todos los lectores tienen el mismo ritmo de lectura) y de saber qué ocurre a continuación, sin haberlo leído previamente ni poder participar, de pleno derecho, en el debate posterior. Los espacios virtuales constituyen, sin embargo, una alternativa cuando no se dispone de mucho tiempo o de un espacio físico para reunirse. Las nuevas tecnologías ofrecen, hoy en día, herramientas suficientes para la comunicación y el intercambio de información en diversos formatos (no sólo escritos) que suponen un coste económico prácticamente nulo para sus participantes. Los más comunes son las páginas web y las bitácoras o blogs, que a través de foros y comentarios a las entradas que se publican, posibilitan la discusión literaria, a veces mejor planificada que en los espacios reales, por lo que gana en calidad, aunque pierda en espontaneidad y calor humano. Otra ventaja (o desventaja, según se mire) es que las actividades del club de lectura digital pueden ser conocidas por cualquier usuario de Internet y, todavía más, si el foro o las entradas del blog no están restringidas por una contraseña, por lo que el peligro de injerencias o críticas no deseadas se multiplica. Se podrían citar algunos ejemplos curiosos, como los foros de Laura Gallego o de Crepúsculo, en los que los lectores adolescentes pueden comentar con la autora, en el primer caso, ciertos aspectos de su obra, además de conocer a otras personas de su edad, ya en ambos casos, con las que compartir su gusto por la fantasía épica o el terror romántico. Para saber más de otras iniciativas en red, resultan interesantes el enlace de @bsysnet.com, la página web de El club literario o el blog del Club de lectura de la Biblioteca Pública de Orihuela.Si después de leer este artículo os apetece participar en un club de lectura digital o colaborar con él, tenéis la oportunidad de hacerlo en Síndrome Bovary, el blog que ha creado Elisabet Roig. De momento, no hay contenidos, así que podéis sugerir títulos y propuestas de lectura desde un principio y sin complejos. Yo, por mi parte, me comprometo a completar estas entradas con otras sobre actividades concretas que se podrían aplicar a diversos clubs de lectura, sobre todo para adultos y adolescentes.
Ingredientes para un club de lectura (I)
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