[El Clan de los Sicilianos, 8 de abril de 2008]
Tana Marcchese
Así recuerdo que acababan algunos avisos radiofónicos cuando todavía no existían los móviles. Ibas tranquilamente en el coche y, de repente, el locutor o locutora se ponía a buscar desesperadamente a algún conductor que debía establecer contacto con su domicilio por un asunto calificado como familiar y grave.
Tan familiar y grave como esto que sigue.
27 de octubre de 2002. Carlos Carrascosa regresa a su domicilio, en el country Carmel, una de esas exclusivas urbanizaciones protegidas por vigilantes privados que tanto abundan en Argentina.
Sube al baño. Su mujer, María Marta García Belsunce, yace muerta, desangrada y apoyada en la bañera. Si la urbanización está tan vigilada, nadie ha podido entrar ni salir sin ser observado, luego se trata de un accidente o el asesino todavía sigue dentro.
Cinco o seis orificios en la cabeza son muchos para que se trate de un accidente. Un casquillo de bala encontrado en el mismo baño parece concluyente, pero tal vez si se arroja por el inodoro… Después, tan sólo se trata de encontrar un forense dispuesto a firmar un certificado de defunción por accidente (resbalón en la bañera, por ejemplo), tapar el asunto lo antes posible si es preciso recurriendo a fiscales o jueces amigos y la familia al completo quedará, una vez más, a salvo.
Otro crimen impune, qué le vamos a hacer.
Hasta aquí, la realidad. ¿O la ficción? Aquí y aquí, más información sobre el caso.
Desde aquí, la ficción. ¿O la realidad? No sé, es lo que cuenta Raúl Argemí en su Retrato de familia con muerta, novela ganadora del II Premio L’H Confidencial y que acaba de publicar Roca Editorial.
Retrato de familia con muerta
Raúl Argemí
Roca Editorial
II Premio L'H Confidencial
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