[Quid, octubre de 2007]
Malena Lay
Por sus mentes revolotean estrategias, recelos y coartadas, tejen y deshilachan las tramas de delitos sutiles o brutales. Una intriga es el puntapié para que criminales y detectives construyan laberintos de suspenso. Pero esta vez, esos recovecos que tanto embelesan a los lectores no son el eje de lo narrado. En su libro Sabores que matan, de la editorial Paidós, Raquel Rosemberg propone un recorrido singular por el género negro-criminal. La obra es un ameno análisis de las preferencias gastronómicas de víctimas, victimarios e investigadores, e incluye recetas que abarcan desde el "Pudding navideño" que tanta felicidad despertaba en Hércules Poirot, hasta la metódica preparación del café, según Philip Marlowe.
La autora, que también es periodista gastronómica, explica: "Dediqué dos años a este libro. Experimenté todas las recetas e incluso tuve que buscar especialistas para las de época".
-¿Cómo surgió la fusión de la literatura y la gastronomía?¿siempre la interesó?
-Cuando nací, mi papá tenía 50 años y mi mamá, 40. De alguna manera, eso me marcó. Mis amigas recibían como regalo muñecas y yo, libros y enciclopedias. Me crié leyendo, podían ser las revistas Susy, secretos del corazón o Intervalo, hasta Chico Carlo, Platero y yo y toda la Colección Robin Hood. Papá era dueño del restaurante La granja, en la calle Lavalle, y mamá cocinaba maravillosamente. Supongo que eso me familiarizó con la gastronomía. Desde que tengo uso de memoria siempre leí fijándome en lo que comían los personajes, esos quesos y panqueques de las novelas de Jane Austen o los platos preferidos del sibarita que es Poirot.
-¿Cuándo transformó esos gustos en una profesión?
-En realidad primero fui terapeuta ocupacional, antes había estudiado cocina. Yo ya tenía 30 años y dos hijos cuando me anoté en Comunicación Social. Mientras cursaba, hice un seminario donde se comparaba el género negro norteamericano con el policial inglés; consultando mis libros me di cuenta de que todos estaban marcados en la parte de las comidas.
-¿Qué la tentó cuando decidió convertir sus artículos en un libro?
-Quién más insistió para hacerlo fue Jordi Canal, el director de la biblioteca La Bòbila, de L'Hospitalet (Barcelona), especializada en el género negro, donde colaboro con algunas notas como corresponsal.
-¿Con qué personajes y autores le gustaría compartir una comida?
-En esa mesa sentaría a Pepe Carvalho y a su creador, Manuel Vázquez Montalbán, los dos son amantes de la buena comida, aunque el primero tiene un paladar un tanto ecléctico. También invitaría a Fabio Montale --el policía marsellés de la novela Total Khéops, de Jean Claude Izzo-- porque es un hombre apasionado, un aventurero que disfruta de la cocina. El comisario siciliano Salvo Montalbano también sería de la partida. Creo que todos nos deleitaríamos con platos mediterráneos y la elección del vino recaería en Hannibal Lecter, que es un gran connaisseur. De postre, les haría probar una de mis especialidades, la torta de chocolate especiada. Estoy segura de que Claude Chabrol la elogiaría mucho. Del café, por supuesto, se encargaría Marlowe.
Leído: Los papeles póstumos del club Pickwick de Charles Dickens
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*Los Papeles póstumos del club Pickwick - Charles Dickens ; introducción de
Jordi Llovet ; traducción de José María Valverde. Barcelona : Penguin
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