28 d’agost del 2007

Sonrisas heladas

[Europolar, 10, agosto-octubre de 2007]

Ley garrote*, de Joaquín Guerrero-Casasola

Javier Sánchez Zapatero


Galardonada con el I Premio de Novela Negra L'H Confidencial, convocado por el Ayuntamiento del municipio barcelonés de L'Hospitalet y por la editorial Roca, Ley Garrote supone el debut en el panorama literario español de Joaquín Guerrero-Casasola. México de nacimiento, pero residente en España desde hace años, Guerrero-Casasola no es, sin embargo, novato en el mundo de las letras, sino que ha desarrollado una dilatada trayectoria como guionista que le ha llevado a recorrer países tan distantes (y distintos) como El Salvador o Serbia escribiendo ficciones televisivas. Su experiencia en el mundo catódico es perceptible en la novela, tremendamente visual y dotada de un ritmo arrollador. Sin lugar para la pausa ni para la pérdida de interés, Ley Garrote, de lectura ágil y entretenida, se muestra como una vertiginosa sucesión de peripecias que transmiten tanta diversión como crudeza, tanta acidez como violencia. Tamizados por el filtro de la ironía y el humor que destilan su escritura, los acontecimientos narrados por el autor en la obra terminan por ser tan duros y difíciles de encajar que las carcajadas del comienzo acaban por convertirse en sonrisas heladas. Al estilo de las novelas de James Ellroy o de Paco Ignacio Taibo II, la asfixiante presión del ambiente social, inhumano y atroz, terminar por dotar a todo el relato de un tono turbio y desangelado.

Vertebrada por la constante presencia de su protagonista, Gil Baleares, y por el hecho de que toda la acción se desarrolla en el inquietante y violento escenario de México D. F., convertido en una auténtica jungla de asfalto en la que cotidianeidad es sinónimo de supervivencia, la trama argumental de la obra se inicia cuando el personaje principal, expolicía metido a detective privado de baja estofa, es contratado para investigar un secuestro. Sin dinero suficiente para comprar el nuevo coche que tanto ansía, un modelo japonés que le obsesiona, acepta el caso creyendo ver en él la solución a sus problemas económicos y el cumplimiento de su sueño de cuatro ruedas. Sin embargo, lo que para el irónico y locuaz investigador –cuyo alocado comportamiento recuerda por momentos al del demente innominado protagonista de varias de las novelas de Eduardo Mendoza- comienza siendo un mero episodio profesional, cuya resolución se intuye difícil por las exageradas condiciones que ponen los secuestradores a la libertad de la víctima, termina por convertirse en un asunto personal que hace que Baleares se implique cada vez más en una investigación progresivamente complicada por la aparición de policías corruptos, extraños agentes judiciales que entorpecen sus pesquisas, familiares de la secuestrada de ambiguos comportamientos y viejos fantasmas del pasado. Todos ellos forman un mezquino fresco de violencia en el que se difuminan las fronteras de la legalidad que permite a Guerrero-Casasola ofrecer una visión crítica de la realidad mexicana. Como en las obras clásicas del género, la ciudad, mostrada como un lugar desapacible y hostil, se convierte en un personaje más de la novela. Integrada de forma magistral en la narración, la convulsa cotidianeidad de México D. F., escenario negro donde los haya, parece presentarse como el único lugar posible para las andanzas de Gil Baleares.

De toda la gama de secundarios que pululan por la novela, destaca con luz propia Ángel “El Perro” Baleares, padre del protagonista y antiguo policía corrupto y violento que campó a sus anchas por el México D. F. de la década de los setenta que, enfermo de alzheimer, mantiene una surrealista relación de amor-odio con su hijo. Su dolencia le lleva a convertirse en responsable de algunos de los momentos más disparatados y desmadrados, al tiempo que convierte a su mirada en una de las lúcidas de la novela, poniendo así de manifiesto que, en innumerables ocasiones, son los prismas distorsionados los que con más exactitud captan la esencia de las cosas.

Aplicando la terminología del boxeo, Julio Cortázar solía decir, en una sentencia convertida en clásica con el paso del tiempo, que la novela ganaba por puntos y el cuento por K.O. El magnético arranque y el intenso y atronador ritmo de Ley Garrote ponen en entredicho la opinión del autor argentino. Divertida, impactante y descarnada, la ópera prima de Joaquín Guerrero-Casasola vence como los grandes golpeadores, de un tremendo puñetazo ante el que resulta imposible quedar impasible.

* Premio L'H Confidencial 2007. Premio Internacional de Novela Negra

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