[Diari de Tarragona, 31 de març de 2006]
Àlex Martín Escribà
Un detective que es adicto al zumo de naranja natural, que comparte su vida con una perra que se llama Cariño y que de vez en cuando mantiene relaciones sexuales con Maruchi, más conocida como la Desdentá, solo puede ser un loco callejero o un macarra investigador privado.
Con esta descripción Lluís Gutiérrez nos presenta a su personaje, Basilio Céspedes, conocido como Humphrey, un detective que junto a su amigo y vecino el gallego-americanizado y conocido como Billy Ray Cunqueiro-, mantienen la agencia «Humphrey y Cunqueiro Asociados. Agencia de Investigación y soporte a la Empresa».
Con estos personajes Gutiérrez irrumpe con fuerza en el panorama negro español con Putas, diamantes y cante jondo, una novela narrada en primera persona donde se nos relata cuatro flamantes historias plagadas de humor, ironía y con una visión del mundo militante y sarcástica.
La trama de la novela se abre con la muerte del Tío Matías, un gitano patriarca del barrio barcelonés del Poble Sec. Paralelamente, un obrero encuentra un montón de diamantes ocultos en diversas cajas de mercancías y un militar ruso llamado Yuri Samshuck, viene a España para negociar unos asuntos turbios ya que le han dicho que la «policía es tierna y los jueces, gilipollas». Simultáneamente, Billy Ray sueña con comprarse un yate de lujo, llenarlo de putas y viajar con ellas.
Con toda esta trama los dos personajes centrales -ayudados por una secretaria muy ineficiente pero con unas grandes curvas y un sargento jubilado llamado García- se enfrentarán a un sinfín de asuntos sucios donde a ninguno de ustedes se le ocurriríameter las narices en ellos.
En una ocasión, Manuel Vázquez Montalbán afirmaba que «El hampa ya no es lo que era». Pues bien, con Lluís Gutiérrez se recupera muchos de los ingredientes de las novelas negras más clásicas de los setenta y ochenta. Sin perder un ápice de contemporaneidad, la novela de Gutiérrez recuerda a las viejas historias de Méndez o Miguel Vargas Reinoso por Barcelona, así como los polémicos comportamientos de Toni Romano por Madrid. Con esta novela regresamos a aquel microcosmos poblado de putas, gitanos y mafiosos donde las informaciones solo se obtienen en los puticlubs y donde la ley se impone de nuevo-como en los años del pistolerismo-en las calles más oscuras de Barcelona.
Les corroboro sin lugar a dudas lo que dice Jordi Canal en su prólogo: cojan el sillón más cómodo de la casa, una buena botella de whisky maltés, los cigarrillos americanos y disfruten porque el espectáculo está asegurado.
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