[Lluís Gutiérrez. Putas, diamantes y cante jondo. Maçaners: Abadia, 2005 (La Capa Negra)]
Prólogo
Jordi Canal
Biblioteca la Bòbila
Hace ya veinte años, el crítico francés Jacques Baudou se cuestionaba en la revista Europe sobre las características que habían convertido al detective privado en el personaje predominante en la novela hard-boiled. Según él, su preeminencia se debe a un estatus muy particular de investigador y a la posición "intermedia" que ocupa. Mientras el papel de la policía se inscribe en un cuadro legislativo muy estricto, el detective tiene mucha más libertad de maniobra a uno y otro lado de la ley, para llevar la investigación a su coluntad. No ejerciendo ninguna función de policía, puede nadar, guardando ciertas precauciones, en todas las aguas, turbulentas o no, y frecuentar todos los medios, incluso el medio.
El detective privado hard-boiled es, según Claude Benoît, un solitario, un individualista que obedece básicamente a su propio código moral, un código que no tiene por qué estar forzosamente de acuerdo con la ley. El detective es alguien a quien se contrata, no se le compra. En nuestro país fue Manuel Vázquez Montalbán quien popularizó este tipo de personaje literario, y la aparición a principios de los setenta de la serie sobre Pepe Carvalho y su posterior éxito parece que descorazonó más que animó a que nuevos autores siguieran su senda en lo que se refiere a la creación de detectives de ficción.
Nuestro imaginario colectivo, poblado por cínicos detectives con gabardina, sensuales rubias de ensueño que nos van a llevar a la perdición y matones que pueden partirle a uno el espinazo sin que por ello pierdan el sueño, proviene primordialmente de los autores clásicos norteamericanos de novela negra, como Dashiell Hammett, Raymond Chandler o Ross Macdonald, pero también de un buen puñado de films noir de los años cuarenta y cincuenta. Sin embargo, ¿cómo reinterpretar este icono del siglo XX en nuestra realidad, donde las atribuciones del detective privado difieren notoriamente de las de su homólogo norteamericano? ¿Cómo interesar al lector actual, que ha leído decenas de historias de detectives? Pues con una escritura inteligente, grandes dosis de humor, unos diálogos chispeantes y la recreación de un entorno conocido habitado de personajes creíbles y bien construidos.
Ahora un nuevo detective ha llegado a la ciudad. Se llama Basilio Céspedes, aunque todo el mundo le conoce como Humphrey, es adicto al zumo de naranja natural, comparte piso con una perra llamada Cariño y, esporádicamente, obtiene sexo gratuito de Maruchi, la Desdentá, la dueña del topless El Reposo del Guerrero. Junto con su amigo y vecino, el gallego americanizado Billy Ray Cunqueiro, mantienen la agencia "Humphrey y Cunqueiro Asociados. Agencia de Investigación y Soporte a la Empresa", y, como toda agencia que se precie, disponen de una secretaria poco eficiente pero de curvas sinuosas, Mercedes, y cuentan también con la ayuda de un policía jubilado, el sargento García.
"Humphrey y Cunqueiro Asociados" radica en el popular barrio del Poble-sec barcelonés, en la ladera de Montjuïc, un barrio que ya hicieran famoso para la leyenda el pistolerismo de los años viente y los anarquistas, el Paralelo, Joan Manuel Serrat y Francisco González Ledesma. Humphrey habita este microcosmos poblado de putas, gitanos y nuevas mafias venidas del frío con la caída de todos los muros que ha propiaciado la globalización, un microcosmos en el que el sexo y la información se obtienen en los puticlubs, donde la ley la impone el tío Matías, y en el que a nadie, en su sano juicio, se le ocurriría meter las narices en los asuntos de los demás.
Lluís Gutiérrez, con Putas, diamantes y cante jondo, ha sabido captar el espíritu de las genuinas novelas negras y encontrar un equilibrio perfecto entre trama, personajes, tono y entorno. Basilio Humphrey Céspedes es un más que digno heredero de los detectives clásicos, principalmente del Philip Marlowe de Raymond Chandler, pero también del retorno de la figura del detective privado que tuvo lugar a partir de los años setenta, con personajes como Pepe Carvalho, de Vázquez Montalbán, o Spencer, de Robert B. Parker, y, sobre todo, de la introducción del humor en la novela negra que hicieran autores como Donald Westlake o Lawrence Block.
A veces tener un soio enamorado es más peligroso que tener que lidiar con todo el hampa del barrio, y Billy Ray Cunqueiro está enamorado. Pero no adelantemos acontecimientos. Sólo nos queda buscar el sillón más cómodo de casa, tener a mano una buena botella de whisky de malta, los cigarrillos, descolgar el teléfono y tener algunas horas por delante. Vamos a empezar Putas, diamantes y cante jondo. La distracción está asegurada y Luis Gutiérrez nos ha prometido más divertidas aventuras del detective Humphrey.
Prólogo
Jordi Canal
Biblioteca la Bòbila
Hace ya veinte años, el crítico francés Jacques Baudou se cuestionaba en la revista Europe sobre las características que habían convertido al detective privado en el personaje predominante en la novela hard-boiled. Según él, su preeminencia se debe a un estatus muy particular de investigador y a la posición "intermedia" que ocupa. Mientras el papel de la policía se inscribe en un cuadro legislativo muy estricto, el detective tiene mucha más libertad de maniobra a uno y otro lado de la ley, para llevar la investigación a su coluntad. No ejerciendo ninguna función de policía, puede nadar, guardando ciertas precauciones, en todas las aguas, turbulentas o no, y frecuentar todos los medios, incluso el medio.
El detective privado hard-boiled es, según Claude Benoît, un solitario, un individualista que obedece básicamente a su propio código moral, un código que no tiene por qué estar forzosamente de acuerdo con la ley. El detective es alguien a quien se contrata, no se le compra. En nuestro país fue Manuel Vázquez Montalbán quien popularizó este tipo de personaje literario, y la aparición a principios de los setenta de la serie sobre Pepe Carvalho y su posterior éxito parece que descorazonó más que animó a que nuevos autores siguieran su senda en lo que se refiere a la creación de detectives de ficción.
Nuestro imaginario colectivo, poblado por cínicos detectives con gabardina, sensuales rubias de ensueño que nos van a llevar a la perdición y matones que pueden partirle a uno el espinazo sin que por ello pierdan el sueño, proviene primordialmente de los autores clásicos norteamericanos de novela negra, como Dashiell Hammett, Raymond Chandler o Ross Macdonald, pero también de un buen puñado de films noir de los años cuarenta y cincuenta. Sin embargo, ¿cómo reinterpretar este icono del siglo XX en nuestra realidad, donde las atribuciones del detective privado difieren notoriamente de las de su homólogo norteamericano? ¿Cómo interesar al lector actual, que ha leído decenas de historias de detectives? Pues con una escritura inteligente, grandes dosis de humor, unos diálogos chispeantes y la recreación de un entorno conocido habitado de personajes creíbles y bien construidos.
Ahora un nuevo detective ha llegado a la ciudad. Se llama Basilio Céspedes, aunque todo el mundo le conoce como Humphrey, es adicto al zumo de naranja natural, comparte piso con una perra llamada Cariño y, esporádicamente, obtiene sexo gratuito de Maruchi, la Desdentá, la dueña del topless El Reposo del Guerrero. Junto con su amigo y vecino, el gallego americanizado Billy Ray Cunqueiro, mantienen la agencia "Humphrey y Cunqueiro Asociados. Agencia de Investigación y Soporte a la Empresa", y, como toda agencia que se precie, disponen de una secretaria poco eficiente pero de curvas sinuosas, Mercedes, y cuentan también con la ayuda de un policía jubilado, el sargento García.
"Humphrey y Cunqueiro Asociados" radica en el popular barrio del Poble-sec barcelonés, en la ladera de Montjuïc, un barrio que ya hicieran famoso para la leyenda el pistolerismo de los años viente y los anarquistas, el Paralelo, Joan Manuel Serrat y Francisco González Ledesma. Humphrey habita este microcosmos poblado de putas, gitanos y nuevas mafias venidas del frío con la caída de todos los muros que ha propiaciado la globalización, un microcosmos en el que el sexo y la información se obtienen en los puticlubs, donde la ley la impone el tío Matías, y en el que a nadie, en su sano juicio, se le ocurriría meter las narices en los asuntos de los demás.
Lluís Gutiérrez, con Putas, diamantes y cante jondo, ha sabido captar el espíritu de las genuinas novelas negras y encontrar un equilibrio perfecto entre trama, personajes, tono y entorno. Basilio Humphrey Céspedes es un más que digno heredero de los detectives clásicos, principalmente del Philip Marlowe de Raymond Chandler, pero también del retorno de la figura del detective privado que tuvo lugar a partir de los años setenta, con personajes como Pepe Carvalho, de Vázquez Montalbán, o Spencer, de Robert B. Parker, y, sobre todo, de la introducción del humor en la novela negra que hicieran autores como Donald Westlake o Lawrence Block.
A veces tener un soio enamorado es más peligroso que tener que lidiar con todo el hampa del barrio, y Billy Ray Cunqueiro está enamorado. Pero no adelantemos acontecimientos. Sólo nos queda buscar el sillón más cómodo de casa, tener a mano una buena botella de whisky de malta, los cigarrillos, descolgar el teléfono y tener algunas horas por delante. Vamos a empezar Putas, diamantes y cante jondo. La distracción está asegurada y Luis Gutiérrez nos ha prometido más divertidas aventuras del detective Humphrey.
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