19 de març del 2016

Cómo hacer novela policial en un país que desconfía de la ley

[Clarín, 19 de marzo de 2016]

Entrevista al escritor Sergio Olguín.
"Acá, cuando llega la Policía comienzan los problemas y empieza la novela", dice el autor. Acaba de publicar "No hay amores felices".

Tráfico de cadáveres, adopciones ilegales, curas que abusan de menores. Todo ello, claro, con el beneplácito de las fuerzas policiales y los políticos locales. Son ingredientes con los que bien se podría cocinar una crónica periodística pero, en este caso, son los que eligió el escritor y periodista Sergio Olguín para componer No hay amores felices, la tercera novela de la serie protagonizada por Verónica Rosenthal, una periodista de investigación experta en meterse en problemas.
En charla con Clarín, Olguín contó que el policial es un género que siempre le gustó porque le parece “el mejor vehículo para contar una historia de nuestro tiempo; el policial es como la novela social de nuestros días”. ¿Por qué entonces hacerlo desde la ficción? Olguín no tiene dudas: “porque soy vago y con la ficción me divierto más”, dice con una sonrisa. Dice también que es caótico, que no tiene una rutina de escritura, pero que “cuando empiezo una novela escribo todos los días”.
Pero no siempre hizo ficción Olguín, aunque a veces diera la impresión de que prefiere olvidarlo. Ha escrito en diarios como Página/12, La Nación, Crítica de la Argentina y el País de Montevideo. Cofundó y dirigió la revista El amante del cine y más tarde fue jefe de redacción de la revista La mujerdemivida y editor de cultura de la revista El Guardian. Recibió el Premio Tusquets de Novela por Oscura monótona sangre en 2009, y ganó el Diploma al Mérito de la Fundación Konex en el rubro Novela para el período 2011-2013.
La primera novela de esta serie de policiales fue La fragilidad de los cuerpos (2012), después vino Las extranjeras (2014) y cuenta el escritor que su intención es “que la serie se componga de diez novelas”. Antes de comenzar con este proyecto, publicó libros de cuentos comoLas griegas y la novela Lanús, entre otras. También escribió novelas juveniles como El equipo de los sueños o Springfield.
En esta tercera entrega de la serie, Verónica Rosenthal se enfrentará una vez más a las injusticias de un mundo que pretende cambiar desde el periodismo. Junto a ella, vuelve su eterno enamorado, Federico, y su padre, un importante abogado dueño del estudio que lleva su apellido y con el que Verónica no tiene una buena relación. En torno a ellos, religiosos, políticos, curas abusadores, chicas pobres que ni a denunciar se atreven y una monja muy especial que, con vocación de periodista, será un punto de inflexión en esta historia.
-¿Por qué eligió como protagonista de la serie a una mujer periodista?
-Cuando escribí La fragilidad de los cuerpos -la primera de las novelas que protagoniza Verónica- no sabía que ella iba a ser la protagonista, lo era su novio. A medida que iba escribiendo me di cuenta de que ella tenía que ser la protagonista. Cuando terminé la novela supe que quería dedicarle una serie a ella y a los personajes que hay a su alrededor. Quise que fuera periodista porque me interesa el debate de lo que significa hoy ser periodista.
-¿No representa Verónica una visión demasiado romántica del periodismo?
-Sí, en ese punto, Verónica es casi un personaje de ciencia ficción que mantiene puro el estandarte del periodismo sin fisuras. Ella es como somos los periodistas cuando empezamos a hacer periodismo. Cree que va a cambiar el mundo, que con su trabajo puede hacer un bien a la sociedad, que puede denunciar a los malos y proteger a los buenos. Esas cosas que después se pierden, con el día a día del periodista... el día a día del periodismo hace que uno pierda ese espíritu romántico con el que empezó. Pero tanto ella como su editora representan lo que creo que debería ser un periodista.
-Ella es una mujer poco convencional, cercana a los investigadores del policial clásico.
-Eso quería, que la protagonista fuera mujer pero se comportase como suponemos que se comportan los hombres en los policiales clásicos norteamericanos, que son tipos que viven su vida sin dar explicaciones a nadie, se emborrachan, fuman, andan con todas las mujeres involucradas en sus investigaciones, se rebelan contra sus jefes... yo quería algo así en versión femenina. Pero ella, tiene además un mundo femenino a su alrededor, con sus preocupaciones, sus amigas, su ropa... me interesaba ese cruce. El problema con el policial en la Argentina es que no es fácil que sea creíbl, porque acá una periodista como ella terminaría muerta. Así que había que darle una especie de “súper poder”, de protección, y eso te lo da un padre poderoso. El padre de Verónica dice en alguna ocasión que “él es capaz de hacer bailar sobre una mesa a cualquier juez”.
-Para hablar de temas tan reales, ¿por qué prefiere la ficción al periodismo?
-Por comodidad. El periodista tiene que investigar y hacer cosas serias y yo me divierto. Leo un par de notas que me encuentro y claro, la realidad me da siempre material. Si tuviera que inventar un género diría que hago “realismo vago”.
-¿Por qué cree que está habiendo un boom de la novela policial?
-Porque es el género que habla del presente, y a la gente le interesa que las novelas que leen tengan algo que ver con sus propias vidas, con su entorno. Y vivimos en un entorno de policial. Por más que leamos ficción, en la literatura siempre buscamos algo que sea real. Creo que es algo así como acercarse a la sangre sin ensuciarse.
-¿Hay algo que caracterice al policial argentino frente al que se hace en el resto del mundo?
-Creo que su principal característica es la desconfianza en lo legal, en las instituciones, en la Policía... eso hace que nuestro policial sea más rico. Acá el policial no termina cuando llega la policía y resuelve todo. Acá, cuando llega la Policía comienzan los problemas, ahí empieza la novela. En ese sentido creo que es más rico que, por ejemplo, el policial nórdico, aunque uno añora esa estructura, acá hasta el final no sabés quién es el bueno y quién es el malo. El policial en la Argentina está marcado por la desconfianza y la paranoia.
-¿Qué aportan las escenas eróticas a sus novelas?
-Hay una gran pacatería respecto al tema del sexo en la literatura argentina... y en la sociedad. De ese tipo de cosas se han hecho cargo zonas marginales de la literatura, como la romántica, pero aún no aparece en los género que se supone entran en los cánones literarios. Además, me gustan las escenas literarias porque calientan, y eso está bueno.

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