17 de juliol del 2008

Espacio A Quemarropa

[A quemarropa, 17 de julio de 2008]

Miguel Barrero

Locos que mueren aferrados a su pasado, toreros míticos, víctimas de los asesinatos de Ciudad Juárez, un viejo conocido argentino… y hasta un misterio. La tarde de ayer en el Espacio A Quemarropa (o EAQ, como ya saben) dio para todos los gustos, y buena prueba de ello fue que la carpa no descolgó el cartel de aforo completo en toda la tarde, con visitantes tan ilustres como la actriz Pepa Terrón o Silvia Fernández, jefa de prensa de una de las editoriales españolas que más (y mejor) venden.

El fuego se abrió por partida doble. Joaquín Pérez Azaústre y Empar Fernández vinieron a presentar las novelas que les convirtieron en ganador y finalista, respectivamente, del Fernando Quiñones de novela. Fernández describió su obra, El loco de las muñecas, como una novela coral en la que dieciséis personas hablan de un desconocido y cuya trama se basa en una historia real que la autora leyó en un diario barcelonés: la de un viejo que murió abrazado a sus muñecas, a las que había cuidado durante los últimos años de su vida. Su propósito al emprender la escritura del libro fue contar cómo había sido ese hombre y también cómo vivía su familia en la Barcelona de 1999, una época de cambios en la que la ciudad estaba recibiendo a mucha gente de fuera.

Pérez Azaústre, por su parte, se congratuló de presentar por primera vez un libro mirando al mar (ya saben que nuestro EAQ se encuentra este año en un enclave privilegiado) y explicó que cuando escribí La suite de Manolete buscaba hablar del torero y del tema del doble, pero también del premio Adonais de 1950, que ganó una poeta ficticia llamada Juana García Noreña, tras la que se escondía José García Nieto, y que encarnó una joven actriz que tuvo que pasar por muchos problemas a causa de su interpretación. La obra, centrada en la relación entre tres amigos a partir del asesinato de uno de ellos, se enmarca dentro del género negro porque era el que mejor le venía a la historia que yo quería contar.

Después llegó a nuestra carpa el misterio, encarnado en la figura del escritor Fernando Marías, que se sentó en la mesa que preside la alfombra roja del EAQ para contarnos una abracadabrante historia con arranque en el Museo del Calzado de Elda y momentáneo final en la mismísima Semana Negra. El autor explicó que unos meses atrás había ganado un concurso de relato auspiciado por la mencionada institución con un cuento acerca de unos zapatos de tacón amarillos que conferían a las que se los ponían un inusitado vigor sexual al mismo tiempo que un imparable descenso a los infiernos del crimen. Al poco tiempo, Marías recibió (o al menos ayer dijo haberlo recibido) un correo electrónico de una lectora que le informaba de que ella tenía unos zapatos idénticos a los que describía y que, curiosamente, conferían esos mismos poderes. Casi simultáneamente, el diseñador Paco Gil creó un modelo de sandalias inspirado en su cuento que fueron enviados a cincuenta mujeres muy famosas del panorama cultural español. El punto final, por ahora, a la historia lo puso el autor ayer en la SN al mostrar los zapatos inspirados en su obra y al lanzar la posibilidad de que su lectora fantasma (que, según dijo, no ha dejado de escribirle desde distintos rincones de España) estuviera en ese momento allí, escuchando. El escalofrío que invadió a la concurrencia se disipó en cuanto Marías se sacó de la manga los ejemplares de Huellas desnudas de la mujer invisible, su desasosegante relato, que traía para regalar. Un aliciente más de esta SN.

Y de un misterio imaginario (o tal vez no) a otro muy real y bastante desagradable: el de las muertes de mujeres que desde mediados de la pasada década vienen dándose en Ciudad Juárez, territorio fronterizo entre México y EEUU que en los últimos años ha sido utilizado por no pocos autores (entre ellos el gran Bolaño) como una de las metáforas más contemporáneas y escarnadas del mal. José Luis Muñoz (uno de los grandes clásicos de la literatura negra española, y a su Barcelona negra me remito) fue el encargado de presentar Ciudad final, la primera novela de la escritora Kama Gutier, que en esta obra critica con dureza los procedimientos judiciales y policiales de México y ahonda en el problema de las mujeres asesinadas y en las posibles causas de los crímenes, que se han venido achacando hasta ahora a cosas como las snuff movies, las sectas o a la simple razón de quitarles el dinero, dado que muchas eran trabajadoras de las maquiladoras que aparecían muertas el mismo día que recibían la paga.

Alejandro M. Gallo llegó con nuestro querido Raúl Argemí de la mano. El padre del inspector Ramalho da Costa empezó deshaciéndose en elogios hacia su colega, ya que en las novelas de Raúl percibo algo que se ha venido perdiendo en casi toda la literatura policiaca que se escribe hoy mismo. Ese algo no es otra cosa que la descripción del método de investigación que emplea el protagonista para resolver el caso. Los grandes clásicos como Conan Doyle siempre lo hacían, pero ahora da la impresión de que en muchas novelas los crímenes acaban resolviéndose por pura casualidad. Argemí, por su parte, explicó que Retrato de familia con muerta, la novela que en esta ocasión le ha traído aquí, se inspira en un suceso real que conmocionó a la ciudad de Buenos Aires allá por el año 2002: En una urbanización argentina apareció una mujer muerta. Le habían dado seis tiros, pero toda su familia se aprestó a encubrir el crimen. De hecho, hicieron aparecer su fallecimiento como una muerte accidental y cuando el caso salió a la luz –coincidiendo con un viaje del escritor a su tierra natal– se había convertido en un best seller periodístico. Fue así como Argemí se vio con el embrión de una novela que es, en palabras de Gallo, la más castellanizada de las que conforman la obra del autor.

A última hora soplaron vientos de revolución. El librero y escritor Fritz Glockner apareció en el EAQ para presentar los Cuentos revolucionarios de Ricardo Flores Magón acompañado por Santiago Oset, de la editorial Tiempo de Cerezas. Ambos se refirieron a esta obra como un libro necesario por lo que tiene de reivindicación (y celebración) de la figura de un personaje absolutamente negado por la historia oficial, por el discurso revolucionario y por sus propios compañeros pero cuyo pensamiento y obra fueron, sin embargo, tan importantes que su huella y su pensamiento seguirán existiendo a lo largo de los siglos. Un colofón, pues, más que digno para una tarde con abundante sustancia. Hoy, más. Mucho más.

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