4 de febrer del 2011

El discurso del comisario Camarasa para el Premio Carvalho 2011

[El blog de Negra y Criminal, 4 de febrero de 2011]

En la primavera de 1929, a alguien en San Francisco, le regalaron un ejemplar de Red Harvest.

En Otoño de 1939, entre la tristeza de la derrota republicana y el inicio de la guerra europea, en Los Ángeles, alguien entró en una librería y compró un ejemplar de The Big Sleep.

En verano de 1974, cuando los tatuajes eran aún cosa de marineros y presidiarios, antes de que llegaran masas de consumidores de cociente intelectual casi plano y lo convirtieran en tatoo y en piercings, en aquél verano, bajo un platano de Las Ramblas alguien comenzó a leer Tatuaje. Quizá era usted, llevando en el bolsillo Joc Brut, de Pedrolo.

Había un punto en común entre aquellos lectores, distanciados en el tiempo y en la geografía: Saber que estaban leyendo algo diferente, intuir que algo iba a cambiar en su perspectiva de lector.

Verano de 1980. Alguien nos regaló un ejemplar de Prótesis, que había ganado el Premio Circulo del Crímen.

Mariscal y la Barcelona capital del diseño, no estaban aún en el horizonte y el libro tenía una de las portadas más feas que hemos conocido. Pero lo abrías y te encontrabas con estas primeras frases: “No hay nada más siniestro que la sonrisa de una calavera. Es un rictus petrificado, frío, inexpresivo e inmutable. Dientes apretados en un mordisco feroz.”

Veníamos de leer compulsivamente, de leer avorazadamente todos los descubrimientos que la colección Novela Negra de Bruguera, dirigida por Juan Carlos Martini, nos proponía: McCoy, Wade Miller, Goodis, Williams, Brewer, etc. Los novelistas norteamericanos más clásicos y aun no conocidos.

Naturalmente, después de aquellas primeras frases leímos de un tirón Prótesis, y descubrimos que la violencia brutal podía darse en Harlem, pero también en el Paralelo, que El Dientes y el Gallego, podían ser personajes de Thompson y que la Nena no hubiera desentonado en la más pesimista de las novelas pesimistas de Goodis. Sam Peckinpah, pero también John Ford, eran evocados mientras leíamos la novela.

Y comenzamos a seguir, libro a libro, la carrera literaria de Andreu Martin. Digo literaria pero también podría decir la carrera de guionista de tebeos, de traductor de cómics, de guionista de cine, de guionista de series televisivas, de autor teatral, de director de cine, de escritor a tanto alzado, de… seguro que me dejo algo.

Andreu Martín antes de ser un gran escritor, fue, naturalmente, un gran lector. La cua de palla dirigida por Pedrolo, el descubrimiento del Le Carré policíaco, la Highsmith, Ira Levin y Cal saber encaixar como primera novela leída de un tirón. Pero también la colección Esfinge de Noguer donde usted descubre a Ruth Rendell y novelas como El Chivato, de Higgins. Y como no, la Novela negra, de Bruguera donde usted fue el primer español en publicar.

Descubrí que ninguna novela policíaca es, realmente sólo una novela policíaca. Que, queriéndolo o no, a fuerza de hablar de la transgresión de la ley, del transgresor y sus motivos, del que persigue al transgresor, del que vigila al vigilante, de policía y de política ( que tienen el mismo origen semántico) te veías forzado a hablar del mundo en que vivimos y a juzgarlo desde un punto de vista moral, y por tanto, crítico. Por todo eso, cuando me propuse escribir una novela me salió necesariamente una novela policíaca”.

Y desde aquel Aprende y calla, usted ha persistido en la narrativa de género dándole la dignidad y categoría necesaria. No disponemos del tiempo de citar simplemente cada uno de los libros que constituyen el conjunto de una obra sólida, imaginativa, diversa y creativa.

Una obra que usted ha creado, sólo o en compañía de otros, con nocturnidad y alevosía, constituido como banda armada de pluma, papel y tinta. Perez Navarro, Juanjo Sarto, Veronica Vila Sanjuán, Carles Quilez, Jaume Ribera, han sido sus complices en la parte literaria, y Max, Alfons Lopez, Mariel Soria, entre muchos otros en la parte gráfica de sus crímenes imaginados.

En la dicotomía entre serie con personaje o sin él, usted siempre ha preferido la libertad y la diversidad, no querer apoyarse en la muleta que una serie permite, aunque como siempre en usted, para llevarnos la contraria, a los críticos y a los libreros nos ha dejado a Flanagan, a Flanagan adulto, es decir a Angel Esquius, a Wendy, y la banda de Asesinatos en clave de jazz: El signo de los cuatro.

En el amplio y diverso conjunto de su obra retoma uno de los elementos imprescindibles de la novela negra: el juego. Y usted utiliza el género para acercarnos, para hablarnos de los miedos cotidianos, de nuestros miedos cotidianos. Nos habla de violencia urbana, pero de una violencia que estalla sin motivos ni aparentes ni razonables, pero que tiene antecedentes, un trasfondo terrible.

Pero como usted ha dicho muchas veces, hay que exigir verosimilitud a la realidad, y quizá por ello en sus novelas usted utiliza la ficción para remodelar la realidad, para hacerla más creíble, más próxima.

No sabemos si usted fue el primero de la clase, pero sí ha sido el primero en publicar en la colección Cosecha Roja, que dirigió el añorado Hector Chimirri; fue el primero español en ganar el Premio Krimi en Alemania; ahora que está de moda eso de la novela gráfica, usted hace años que con los de El Vibora hizo aquella maravilla titulada Dejad que los caimanes se acerquen a mí (seguramente aún no habían nacido los que hoy hablan de novela gráfica); fue el primero (y único) en ganar el Premio Circulo del Crimen, en amalgamar música y literatura en los homenajes de Asesinatos en clave de jazz, junto a otro que tal, Dani Nel·lo. Fue pionero en el cambio de sexo. Usted creo a Miguel Vargas y se lo cambiaron a Fanni Pelopaja.

Los culés le estamos enormemente agradecidos. Usted escribió Hat Trick, Leo Messi debió leerlo y desde entonces no para de llevarlo a la práctica.

Hay un aspecto quizá poco conocido de usted. Es de los pocos autores catalanes que siguen vendiendo en castellano. Hay una maldición para los Quim Monzó, Sergi Pamies, Ferrán Torrent, Teresa Solana, o la excelente Tor, de Carles Porta, cuando son traducidos al castellano. No sabemos si es el resultado de la catalonofobia irracional, prefabricada por los prefabricadores de mentiras mil veces repetidas. Pero afortunadamente para los lectores, usted, quizá junto a Jordi Sierra i Fabra, ha conseguido romper el maleficio.

El lector degustará una vez más la contradicción fundamental del sello Martín. Este novelista consigue que el lector adquiera la sensación de que asiste a un desmadre absolutamente medido y controlado. Las situaciones más violentas, más crueles, Martín las narra sin esconder nada, pero de una serenidad visual que deja al espectador tan sin resuello como sin capacidad de protesta”. Son palabras de Manuel Vázquez Montalbán, con el que usted compartió tantos momentos y sobre todo, las calles y el alma de Barcelona como ciudad negrocriminal.

Efectivamente hay un sello Martin. Una doctora en letras, de origen lituano y nombre impronunciable ha publicado un estudio sobre el sello Martín, en la Revista de Estudios Filológicos de la Universidad de Saskatchewan, en Canada, en la que afirma taxativamente que sin la existencia de Andreu Martín, la obra de escritores como Kenneth Cross, Martí Sarroca, Toni Leyva o Nestor Alcón, entre otros, no existiría.

Otra forma de hablar del sello Martín es la de Juan Madrid: “Los amigos nos preguntamos cómo es posible que un tipo tan amable y sonriente sea capaz de crear estos personajes tan sanguinarios o introducirse en la piel de un navajero”.

Aunque tenemos que decirle que usted no siempre cumple sus promesas. Cuando ganó el Premio Sonrisa Vertical en el 2001, aseguró que prepararía una novela juvenil con tintes pornográficos de la que estaba convencido que tendría mucha aceptación en el publico lector juvenil, aunque no consiguiera que la recomendaran en las escuelas.

Le han acusado, como a Manuel Vázquez Montalbán, de que escribe mucho y de algo mucho peor, casi una herejía: que disfruta escribiendo. Hay una tendencia de escritores parturientos que piensan que crear es parir y la Biblia dice que parirás con dolor, que el trabajo es un castigo divino, que ee placer es pecado. Usted no forma parte de la secta de escritores masoquistas que si no sufren no pueden escribir. Y el lector lo nota. Notamos que usted se lo pasa bien escribiendo y nos lo transmite. Usted no necesita dieciséis páginas para explicar como se abre una puerta. Usted en dieciséis páginas nos ha explicado hasta la historia del país donde nació el árbol con el que se ha hecho la puerta, y quien mató al abuelo del carpintero que hizo la puerta.

Ian Rankin nos jubiló a John Rebus, Henning Mankell hizo lo que hizo con Kurt Wallander, Connelly quiere jubilar a Harry Bosch. Pero los lectores también tenemos algo que decir, y como que nos gusta que usted sólo se dedique a escribir y que lo haga disfrutando, hemos decidido que independientemente lo que diga el pacto social o el Congreso de Diputados, usted no puede jubilarse ni, por supuesto, compartir nada con el Wallander actual. Somos conscientes que es una pérdida de derechos para usted, pero frente a su derecho individual a la jubilación debe prevalecer el derecho colectivo a seguir teniendo placer mientras le leemos. Queremos seguir leyéndole mientras sufrimos una experiencia peligrosa pero irresistible.

Volvamos a las palabras del creador de Pepe Carvalho, el Premio con su nombre que usted recibe hoy: ”De todos los que descaradamente y sin coartadas culturalistas (que yo mismo utilizo) están intentando hacer una novela negra a la española, Andreu Martín es el más fiel adaptador de los cánones de la novela de acción, para la que ha desarrollado una maestría hoy día no igualada. Domina las claves de la acción y las despliega valiéndose de puntos de partida, lo que en novela debe llamarse puntos de vista tan variados que demuestran la gran imaginación narrativa de este autor.”

Señor Martín, todos estamos de acuerdo. Lectores, editores, miembros del Cuerpo Nacional de Policía, críticos, directores de escuela, periodistas, miembros de la Guardia Civil, amigos, escolares, libreros,profesores, su agencia literaria, los Mossos d´Esquadra, traductores, Brisca, etc.. todos estamos de acuerdo. Todos estamos de acuerdo: Si no existiera Andreu Martín habría que inventarlo, habría que crearlo.

Pero es entonces cuando tenemos un problema. Necesitaríamos de la imaginación, la capacidad de trabajo y la creatividad de usted para inventar a Andreu Martín.

Ayúdenos. No nos falle.

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