Juan Carlos Galindo
La proliferación de títulos y la falta de filtros amenaza a un género que puede morir de éxito. Hablamos con expertos y escritores en la Semana Negra para hacer un análisis de la cuestión
La novela negra se enfrenta a un verdadero dilema. Superada la moda nórdica, con una tradición cada vez más sólida que atiende a las particularidades de cada país y autores de nivel literario en sus filas, sufre al mismo tiempo un mercado saturado en el que los expertos no saben por dónde empezar, los libreros no saben qué vender y los lectores no dan abasto. Una situación derivada del éxito y de cierto prestigio social del género, tentaciones demasiado fuertes para que las editoriales se resistan. La Semana Negra de Gijón ha reunido durante diez días a una parte importante del género. Hablamos con escritores, organizadores de festivales y expertos para saber si la novela negra se está suicidando.
Se publica demasiado y sin los filtros adecuados, a veces se publica casi cualquier cosa. Esa es la conclusión que se puede sacar tras varias conversaciones con personas del mundo de la edición que prefieren no ser identificadas. El escritor Carlos Zanón, comisario de BCNegra, pone cara a este análisis desolador. “Creo que, simplemente, se publican libros sin lectores y no importa: el tema es que si se dejan de publicar, la editorial se ha de cerrar. Son editoriales que al abaratar costes están haciendo autoedición enmascarada. Cubren la inversión con lo que el autor vende a amigos y familiares. Así el autor no mejora, no se invierte en editing ni en el traductor”.
La crítica al estado de la novela negra tiene sus matices grises. Ángel de la Calle, director de la Semana Negra, prefiere poner el acento positivo en el abandono del gueto literario. “No es tanto una burbuja como una moda. En los años ochenta el género estaba en la periferia y ahora está en la centralidad literaria. Ya no mancha. No pasa nada si se escribe novela negra. La moda no va a morir porque el género no va a abandonar la centralidad literaria. Le viene muy bien el momento histórico que vivimos”, comenta. ¿Pero, no nos estamos pasando? “No hay nadie copando las ventas con cientos de miles de ejemplares. No es una burbuja, es una moda que se ha ido creando”, explica.
“La novela negra es el ADN de la realidad. Muta mucho, hasta extremos insospechados, para adaptarse. Además, las nuevas generaciones escriben mejor y eso prolonga el ciclo. ¿Es una burbuja? Estamos como con los alquileres de viviendas: a punto de que lo sea. ¿Solución? Como en la vivienda: que funcionen los filtros”, comenta el escritor Ignacio del Valle, que apunta a uno de los grandes problemas actuales: quién filtra, quién decide, quién se baja del carro en marcha. “Las editoriales están a la caza de cualquier cosa que haya vendido”, ahonda el escritor Ernesto Mallo, director del BAN de Buenos Aires.
“El mercado es chico para tanta cantidad de publicaciones. La figura del editor se está dejando de lado y el tiempo de vida de una novela es efímero”, incide Nicolás Ferraro, escritor argentino y experto en literatura policial en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. “Hay un boom más relacionado con extranjeros que con argentinos o con españoles aquí. En Argentina han triunfado reediciones de Lee Child realizadas por una editorial que no publica novela negra. Dennis Lehane o Daniel Woodrell no generan el fanatismo que sí provoca Stieg Larsson o el espagueti crime, apuestas que son netamente comerciales”, concluye apuntando el pasado reciente y el presente de las modas del policial.
¿Y qué papel juegan los festivales? “Demasiada novela negra puede matar la novela negra. Los festivales tienen que filtrar, tienen que primar la calidad, tienen que ser el servicio de atención al cliente del lector”, comenta Mallo. “Hay una banalización de la cultura que permite que valga todo. La Semana Negra criba pero no se cierra”, añade De la Calle, que dirige un festival que este año ha contado con Lorenzo Silva, Alicia Giménez Bartlett o Bernard Minier pero también con Javier Castillo. “Son escaparates pero no son responsables del producto a excepción de cuando eligen finalistas”, remata Zanón.
“Hay libros que le dan mal nombre al policial y alejan a la gente”, avisa Ferraro. Zanón, en cambio, cree que eso ya ha ocurrido: “El lector ya ha abandonado el género, sigue a autores y los autores también lo hemos abandonado”. Queda por ver si la literatura criminal se salva de su propia muerte.
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