12 de novembre del 2016

Yeruldelgger, el detective mongol del francés Ian Manook

[Pompas de Papel, 11 de noviembre de 2016]

Félix Linares


Agotados, aparentemente, los escenarios tradicionales de la novela negra, los autores están a la caza de lugares exóticos y en cierta medida insólitos, para desarrollar las nuevas tramas criminales. Al francés Patrick Manoukian, que utiliza el alias de Ian Manook, se le ha ocurrido irse a Mongolia para crear una serie de peripecias con un inspector de policía llamado Yeruldelgger que investiga, en la ciudad y en el campo -decir campo en Mongolia es hablar de estepas-, casos aparentemente independientes que, inevitablemente, tendrán que confluir en algún momento.
El inspector tiene ayudantes, que se diferencian lo justo de los habituales, una novia forense, que es clavadita a la imagen que de ellas han dado las series estadounidenses, una familia que le crea problemas, y viejos rencores y enfrentamientos con la gente del hampa. Nada muy diferente de lo que ya hemos leído en otras ocasiones. Pero lo hace muy bien, con ese distanciamiento que se agradece después de las tensiones personales que hemos acabado repudiando después del método Bergmaninstitucionalizado por los nórdicos, con unos métodos que mezclan a Harry el Sucio con Maigret. Vamos, todo bastante clásico en un lugar diferente, desconocido en gran medida, que nos es mostrado, y explicado, con las dosis justas de documentalismo eficaz. No entorpece la narración y te da las claves necesarias para entender a aquella gente que, por otra parte, no es muy diferente a la que conocemos más allá de ciertos detalles cosméticos tanto en el campo como en la ciudad.
Manook se maneja muy bien con la intriga, tiene un sólido armazón para la estructura que sigue fielmente y que permite al lector hacerse una idea detallada de todos los frentes que tiene abiertos el protagonista y su grupo. Quizá es una novela un poco larga, las casi quinientas páginas intimidan, pero, a la larga, cualquiera se da cuenta que eso no afecta a la narración porque esta está rellena de vicisitudes muy diferentes, de personajes variados, de circunstancias interesantes e incluso angustiosas, tanto en las cloacas de la ciudad como en las montañas de la estepa. Un descubrimiento, y espero que ustedes también lo consideren así y que el libro se venda y que Yeruldelgger siga vivo entre nosotros. De momento estos Muertos en la estepa, título que le ha puesto el editor español a una obra titulado originalmente solo con el apellido del protagonista, es un debut muy satisfactorio. Aprécienlo, hágannos el favor.



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