1 d’octubre del 2016

Cuatro libros para conocer 'la serie negra' del autor Leonardo Paruda

[El Tiempo, 30 de septiembre de 2016]

Alavaro castillo Granada


Es posible que nadie, ni el propio Leonardo Padura, se haya imaginado que esa modesta primera edición de su novela Pasado perfecto (editada por la Dirección de Publicaciones de la Universidad de Guadalajara en 1991) iba a renovar para siempre la novela policial cubana y crear un personaje literario inolvidable: Mario Conde.
A principios de los años noventa, ante la caída del campo socialista y el comienzo del Período Especial, una nueva realidad se cernió sobre Cuba. La novela policiaca languidecía y no era capaz de contar los nuevos tiempos que se estaban viviendo. Fue ahí cuando, en medio de ese “paisaje después de la batalla”, apareció un teniente investigador con un carácter peculiar, vocación de escritor, y una serie de conflictos personales y existenciales respecto a la realidad que vivía, la que su país afrontaba en ese momento.

Heredero de maestros de la novela negra como Dashiell Hammett, Raymond Chandler, Leonardo Sciascia y Manuel Vázquez Montalbán, Leonardo Padura (La Habana, Cuba, 1955) se dio cuenta de que era posible crear una novela policial que tuviera relación con el ambiente del país y que tocara o denunciara realidades no sólo imaginarias sino concretas.
Al terminar la escritura de esa primera novela, el autor se dio cuenta también –igual que los lectores, al acabarla– de que el personaje está vivo y necesita/tiene un espacio más grande para continuar desarrollándose: cuatro novelas (ha aparecido, para fortuna de todos, en otras cuatro y los lectores aguardamos más).
La “Tetralogía de las cuatro estaciones” (Pasado perfectoVientos de cuaresmaMáscaras y Paisaje de otoño) –llamada así porque narra hechos que suceden en la primavera, el invierno, el verano y el otoño de 1989– es el territorio donde habita este policía agobiado y triste, “cabrón recordador”, fiel a sus amigos y a los suyos, y, por sobre todas las cosas, empecinado en “que los hijos de puta no se salgan con la suya impunemente”.
¿Qué es lo que ha hecho que este personaje se haya fijado en la memoria de sus lectores? Más allá de la investigación y la resolución de los casos criminales en los cuales Mario Conde se ve involucrado, lo que importa y trasciende es la historia de toda una generación a través de los ojos y palabras de un personaje, unos personajes, que hablan como todos y podrían ser cualquiera. La identificación entre él y su idiosincrasia es absoluta.
Padura, por medio de Conde (y viceversa), se ha convertido en el cronista de un fragmento de la historia de Cuba que no vemos en periódicos, revistas ni noticieros, en la que no hay héroes ni villanos: solo seres humanos que viven con “amor y escualidez”. Personas que aspiran a vivir con dignidad, a no traicionarse a sí mismos, a permanecer leales a las certezas que los hacen ser lo que son. Y Mario Conde envejece (igual que todos nosotros) enfrentándose a una realidad cada vez más difícil de atrapar y comprender, a la que es necesario acercarse libre de prejuicios para entender los códigos que la habitan.




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