24 de maig del 2016

VLADIMIR HERNÁNDEZ: “Esta novela pretende darle voz a una generación”

[Bearn Black, 24 de mayo de 2016]

Laurentino Vélez

Laurentino Vélez vuelve a Bearn Black para acercarnos la figura de Vladimir Fernández, ganador del L’H Confidencial.

El escritor cubano afincado en Barcelona, Vladimir Hernández, ha recibido el Premio L’H Confidencial 2016, por la obra “Indómitos” (Editorial Roca, 2016), una novela hardboiled muy bien acogida y unánimemente elogiada sobre todo  por la originalidad de la trama y de su ambientación. Nacido en La Habana en 1966 e ingeniero metalúrgico de formación,Vladimir Fernández es un escritor polifacético que se ha movido entre el género fantástico y el hardboiled, combinando su trabajo narrativo la novela, el relato y la antología. Ha sido finalista en numerosos premios, entre otros, el Premio UPC,  por la obra Sueños de interfaz (2003). También obtuvo el Premio Manuel de Pedrolo de relato por Emperadriu (2004) y de novela corta por Horitzó de successos (2006), así como el Premio Alberto Magno, por Tocando las puertas del cielo.(2009). Hernández encarna a una generación de cubanos decepcionada por el régimen de Castro y consciente del definitivo fracaso de aquel proyecto colectivo. Sin embargo, no tiene esa retórica agresiva y tan característica del anti-castrismo más visceral, sino que destila la palabra serena de un escritor que, llegado casi a los cincuenta años, se considera sobretodo un ejemplo personal de una generación sacrificada por un sistema totalitario y anacrónico.


-¿Por qué una novela negra en el contexto cubano?
-Porque me parece necesaria. Esta novela pretende darle voz a una generación (los millenials cubanos, nacidos y criados en los 90) que, a mi entender, ha tenido muy poco espacio de fabulación. Indómito es una novela narrada en clave hardboiled y, el Periodo Especial viene a ser nuestra particular versión de la Gran Depresión, época en la que surge la novela negra norteamericana. Indómito es una historia de los hijos del Periodo Especial; hijos de padres desencantados con el Sistema; hijos de una debacle económica.
 –¿El “Noir” tiene buena acogida en Cuba, no se le considera otro producto “yanqui”?
-Los lectores cubanos tienen gran apetito por todas las formas de literatura. El Noir (o más bien el neopolicial) como género pop y narrativa de reflejo social tiene muchos seguidores en la Isla. Eso de “producto yanqui” es una etiqueta que, eventualmente, podrían manejar los funcionarios culturales o algunos críticos y periodistas oficiales, pero a los lectores le fascina la novela negra. Hay toda una tradición genérica bien arraigada desde los años 60.
-¿Aquí, desde Europa, tenemos una visión correcta del universo latinoamericano del crimen o todavía vivimos atrapados por imaginarios y estereotipos que no guardan relación con la realidad?
-Todavía no soy tan europeo como para tener muy clara la visión que se tiene aquí de esa realidad, pero sin duda hay mucho imaginario cliché en la forma de visualizar Latinoamérica. Tampoco en Cuba se publicaba policíaco latinoamericano, así que nosotros mismos no tenemos una idea muy clara de ese imaginario genérico en concreto.
 –Las formas de maldad siempre responden a contextos históricos. ¿En Cuba tienen alguna particularidad que no encontramos en otros sitios?
-Si algo puede caracterizar las últimas cinco décadas en Cuba es el monopolio de la violencia por parte del Estado. El totalitarismo sofisticado instaurado en la Isla ha dejado muy poco espacio para que los ciudadanos den pie o ejerzan algún tipo de maldad similar al de otros países del área. Pero, para complicarlo todo (y sólo para beneficio de la narrativa Noir), eso está cambiando.
-Uno de los temas que planean por tu obra es el de la ciber-delincuencia… Robar al Estado no está mal visto, como respuesta al robo institucional que representa al gobierno. Veo que, mientras aquí, en Europa occidental, la delincuencia en las redes está muy mal vista, en cambio en Cuba parece tener un lado liberador frente al poder y eso lo ilustras muy bien en tu novela…
-Ese lado liberador subyace, latente, en el inconsciente colectivo cubano, sobre todo se manifiesta en la actitud de una contracultura en torno a la informática, pero dista mucho de eclosionar como un movimiento de enfrentamiento al poder estatal. Es una simple cuestión de infraestructuras; en Cuba vivimos en el Medioevo de las redes.
-¿La presión del Estado sobre las redes sociales y los portales son de la misma envergadura en Cuba que, por ejemplo, en China, donde el régimen ejerce un férreo control sobre los servidores como Google?
-Yo diría que es más efectiva que en China. En Cuba el Estado cierra y censura el acceso de cualquier página que le parezca subversiva, sin olvidar que los precios prohibitivos del acceso a Internet (por minuto, por hora) y la subvelocidad de la conexión ya son suficiente control en sí. Eso la novela lo deja claro; es duro ser un electrón libre en el Medioevo.
 -Tus dos principales personajes, Durán y Rubén, son ingenieros de informática y telecomunicaciones, individualistas, incluso cínicos, que ya no creen en nada y menos todavía en la simbología ideológica de la Revolución. ¿Ese es el retrato de la Cuba de hoy, por lo menos entre las nuevas generaciones?
-Me atrevería a decir que sí, que la inmensa mayoría de las nuevas generaciones ignoran deliberadamente la simbología ideológica estatal y la retórica gubernamental (el idiolecto, como le decimos algunos). En mi opinión –y asumo que es un daño social que tendrá consecuencias perniciosas en el futuro– muy pocos creen en el proyecto colectivo.
 -¿Qué es exactamente Durán en tu novela, un Robin Hood o un simple “lobo solitario” que se toma la justicia por su mano?
-Mario Durán es un personaje roto en cosas fundamentales, que se ve inmerso en una circunstancia in extremis. Cómo reacciona a esa circunstancia crucial genera el argumento de Indómito. No parece ser un Robin Hood ni un defensor de los desposeídos, y es un personaje que se proyecta, por obligación, como lobo solitario, pero tiene un código ético y una forma de administrar justicia que, aunque muchos encontrarán discutible o polémica, le otorga identidad. La lealtad de Durán es otro rasgo esencial a destacar.
 –Otro de los temas es el de la infancia de tu personaje principal, que descubre muy pronto la crudeza de la realidad cubana. Pregunta irónica: ¿Ya ni siquiera los niños creen en nada de lo que les transmite el régimen?
-Contrapregunta: Ah, ¿pero todavía crees en la inocencia de los niños? Ahora en serio, la realidad cubana es muy evidente, los niños son muy listos, y a lo largo de los últimos 26 años en millones de familias han ido apareciendo “anticuerpos” contra el borrado de cerebro del discurso oficial. Todo hay que decirlo, el mundo cambia y los memes de la propaganda estatal ya no son lo que eran.
-A pesar de que hay una evidente crítica a aquello en lo que se ha convertido el régimen castrista, no es una novela “panfletaria”, sino que tu denuncia pasa a través de la ilustración de las vidas cotidianas… ¿A través de ese mundo “Noir” que describes, repleto de violencia, de crímenes, de bajeza humana, de trapicheo, de traiciones, pretendías quizás acabar de desmitificar esa idílica Cuba revolucionaria que todavía cierta izquierda intelectual tiene idealizada?
-Estoy de acuerdo contigo; en Indómito se elude el panfleto (otra reacción lógica a las formas que han revestido la literatura oficialista), pero la observación ideológica está ahí para el lector interesado, y la realidad social cubana del Postmilenio queda expuesta. Ya no se trata de conflictos, sino del fracaso de un proyecto que involucró el sacrificio de tres generaciones. Es cierto que yo pretendía narrar una historia criminal, veloz, centrada en los personajes y sus circunstancias y moverlos por intersticios sociales que den juego con la clave hardboiled, pero para el lector atento, incluyendo la izquierda intelectual que sigue idealizando el proceso cubano, el empobrecimiento del capital humano debe quedar más que claro.
 En tu novela, el crimen organizado está en las raíces mismas del poder. ¿El régimen está realmente tan “podrido” por dentro?
-Hay una cosa clara: es imposible saber hasta qué punto la corrupción permea todas las capas del gobierno, pero por definición (habida cuenta que el idiolecto está en decadencia) esa corrupción institucional es una de los basamentos fundamentales para mantener el control y el poder establecido, desde la Cúpula militar que dirige el país hasta el alto funcionariado. Mira todo este reciente asunto de los papeles de Panamá como les ha salpicado; y no olvidemos el polémico caso de ciertos militares cubanos y su relación con el cártel de Medellín en los años 80. Me temo que en los próximos años sabremos cada vez más sobre esos temas.
 –Está claro que la Cuba de Raúl Castro se ha revelado mucho más como una dictadura “nacionalista” basada en la proyección de la eterna y fantasmagórica amenaza de los Estados Unidos, que en un régimen comunista en el sentido estricto. ¿Qué crees que va a pasar ahora, con el cambio de rumbo de la política norteamericana de la mano de Obama?
-Esa es una pregunta difícil de responder, por eso he mencionado que Indómito es parte de un tríptico de novelas que exploran ese periodo grisáceo al que denomino Falso aperturismo (económico). La visita de Obama ha tenido gran importancia para la mentalidad de muchos cubanos, para reajustar sus prioridades y despejar las dudas sobre quién es el verdadero enemigo del progreso en Cuba y continúa atentando contra la reconstrucción civil del país.
 -¿Cuál es la situación actual de los novelistas, pensadores e intelectuales en la isla?
-Otra difícil. Hay muchos autores, mucha gente con buen músculo narrativo y muchos deseos de abordar diferentes géneros, pero las editoriales son estatales (como casi todo) y, teniendo en cuenta que los libros son más costosos de producir que el precio de venta final, el consumo y la oferta no son indicadores fiables del mercado. No puedo hablar por los intelectuales y novelistas, pero puedo asegurarte que la apetencia de los lectores es descomunal.
 –¿Te habrías atrevido a  escribir o  intentado  publicar “Indómito”  en caso de haber estado allí?
-Imposible decirlo. Cuando vivía en Cuba intentaba que mi literatura no hablara del entorno político social que me rodeaba; buscaba claves de subversión en lo genérico (en el fantástico), pero rehuía duplicar gratuitamente la realidad por todos los medios. Necesité tomar distancia física y existencial para retomar el verbo desde la etnia y la idiosincrasia nacional, para reconstruir argumentos y el conflicto dramático en torno a la singularidad social que significa ser el último bastión del comunismo en Occidente, en una isla pequeña del Caribe, con todo lo que eso ha supuesto para varias generaciones.
 –¿Cuba es hoy un país del que se sale con el deseo de nunca más volver a él?
-Cada cual sale de Cuba con una idea preconcebida sobre lo que ansía alcanzar y lo que va a encontrar, pero creo que en estos tiempos ya nadie piensa en términos de “para siempre” o “nunca más”. Insisto en que todo está cambiando (la mentalidad de la Diáspora y la de los que se quedan allí); habrá que ver qué nos depara los próximos años, o qué hacemos por ese porvenir.
 -¿Qué ha significado para ti ganar el Premio L’H Confidencial 2016?
-Una gran alegría, una reafirmación como narrador, y mucha felicidad por conseguir que impulsada por un premio de peso y calidad, y gracias al trabajo editorial  Roca, mi libro (con su historia y su contexto) pueda dialogar con una mayor cantidad de lectores.
 -¿Qué proyecto narrativo tienes para el futuro?
-Varias novelas en las que estoy trabajando. Dos de las novelas son parte del tríptico Noir iniciado conIndómito (con la que comparten trasfondo social) y una tercera cuyo argumento transcurre en La Habana en 1950.




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