23 de maig del 2016

"En ‘La conspiración de los mediocres’ he dejado solo lo esencial, el puro hueso"

[Siglo XXI, 23 de mayo de 2016]

Herme Cerezo

Entrevista al escritor argentino Ernesto Mallo

Me cité con Ernesto Mallo un sábado por la mañana para conversar sobre su última novela, ‘La conspiración de los mediocres’, editada por Siruela. Venía el escritor argentino a Valencia para participar en el último fin de semana de Valencia Negra 2016. Fue una cita a ciegas, aunque internet ahora ha relativizado ese término, telefónica, concertada cuarenta y ocho horas antes. Mallo aporta al género negro un personaje interesante, y peculiar, el inspector Lascano, el Perro Lascano, un policía íntegro que trabaja en la corrupta policía argentina de los años previos al golpe militar de Videla. En esta obra, la cuarta ya de la serie, nos encontramos a un Lascano joven, aunque ya investigador de fuste. Sus mandos, para apartarle de pesquisas más sesudas con el trasfondo de la organización Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), manejada por el ministro José López Rega, «el Brujo», le encargan aclarar el suicidio de un anciano alemán. Esa misión lo llevará directamente a tropezar con los sicarios del crimen, en un territorio en el que no puede contar ni confiar con nadie. En el transcurso de la investigación, Lascano conocerá a Marisa, con quien vivirá una épica historia de amor. 

Ernesto, leo en tu biografía que atravesaste una mala situación y que, en lugar de suicidarte, optaste por comenzar a escribir, ¿básicamente la literatura es para ti algo balsámico, terapéutico…?
Lo primero que dices es cierto y lo segundo creo que también lo es en cualquier caso. Toda aproximación al arte, a aquello que permite expresar a una persona sus angustias y sus emociones, es terapéutica, porque el arte es lo más terapéutico que existe.

¿Por qué has escogido precisamente el género negro para narrar?
Bueno, siempre digo que lo mío no son las novelas negras porque yo escribo sobre la locura. La locura es mi tema, lo que ocurre es que, como introduzco muertos, policías e investigación, cae justo dentro del asunto.

Venancio Ismael Lascano, el «Perro Lascano», es el protagonista de tus novelas, ¿cómo surge la figura de este policía?

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Dentro de la literatura policiaca, en Argentina el detective privado no existe y lo mismo ocurre acá en España. Son tipos que no tienen nada mejor que hacer y se dedican a vigilar maridos cornudos y otras cosas por el estilo. Se recurre mucho a periodistas y escritores como protagonistas, personajes que yo no me creo, que me suenan a falso, porque esa gente salvo excepciones no está cerca del mundo del crimen. En Estados Unidos es diferente, porque allí se da esa privatización en la represión del crimen. Fue por eso que me pareció oportuno introducir a Lascano, un tipo honesto, en una policía corrupta como la argentina en aquellos tiempos. En mi país esta novela se tituló ‘Una aguja en un pajar’, porque trataba de alguien que, trabajando entre los suyos, en su entorno, sin embargo, era diferente, trigo limpio.

Al ubicar a Lascano en los años inmediatamente anteriores a la dictadura de Videla, ¿podemos suponer que tus novelas contienen algo de registro histórico también?
Sí, todas mis novelas lo son y se refieren a un marco histórico concreto. Los personajes secundarios, esos que yo llamo de paisaje, que aparecen en el libro con nombres y apellidos, son reales.

El primer capítulo de ‘La conspiración de los mediocres’ resulta intenso, con sorpresa incluida, capaz de captar al lector más retraído. El resto de la novela prosigue esa línea, ¿cómo se mantiene esa tensión todo el tiempo?
A menudo los lectores me dicen que la novela se lee muy rápido, pero que es muy corta. La intensidad de la acción la mantengo suprimiendo cosas, siendo lo más sintético posible. ‘La conspiración de los mediocres’ tenía ciento cincuenta páginas más, que he eliminado para dejar lo esencial, el puro hueso. Entiendo que precisamente el problema de la literatura actual es que está llena de ladrillos de más de quinientas páginas.

Supongo que el hecho de que en los diálogos hayas suprimido los guiones también obedece a ese propósito.
Exacto, busco lo mismo, incluso mis tres novelas anteriores presentan los diálogos en el mismo bloque, sin acotaciones y sin guiones. Detesto las acotaciones al diálogo porque me suenan falsas, superfluas. Considero que son debilidades de los autores.

En una novela negra, los diálogos parecen un combate de boxeo entre los personajes, ¿a la hora de escribirlos tu oficio como dramaturgo te ha resultado útil?
Por supuesto, la dramaturgia es una escuela por la que deberían pasar los escritores noveles. Precisamente, los diálogos son la parte más floja de las novelas que leo últimamente. A la hora de escribir, en el teatro solo dispones de dos elementos, la acción y el diálogo y eso te obliga a que el diálogo forme parte de la acción y no de la información. Suministrar información al lector a través del diálogo es un error.

«Yo escribo la biografía de cada personaje. Si en mi novela aparece un hombre con 40 años, me invento su historia hasta los 40 años». Esta frase tuya demuestra tu interés por los personajes, ¿no?
Sí, es mía, me interesan muchísimo los personajes. En general son como mosaicos. Tomo cosas distintas de varias personas que conozco, las mezclo y así surge el tipo. Y cuando hablan entre ellos, introduzco líneas enteras de diálogo extraídas directamente del día a día, de la vida real.

La dictadura de Videla ha sido novelada de modo frecuente, mientras que el periodo inmediatamente anterior, no. ¿Se debe eso a que la Triple A todavía mueve tentáculos poderosos en nuestros días?
No, no, la Triple A quedó totalmente desarticulada y si queda alguno ya es muy viejo y no sirve para nada de eso. La Triple A mató a tres mil personas y el terrorismo de estado de Videla a treinta mil, es decir, un terrorismo tapó al otro. El terrorismo militar fue terrible, monstruoso, pero la Triple A tiene la importancia de que constituyó el antecedente directo de lo que luego sería el terrorismo de estado, porque su metodología operativa era idéntica. De hecho, cuando los militares arrojaron del poder a José López Rega, la moneda de intercambio fue entregarles la inteligencia, ya que ellos poseían los datos de los izquierdistas que tenían controlados. Fue así como los militares persiguieron al peronismo de izquierda, aunque de este último concepto habría mucho que hablar.

En ‘La conspiración de los mediocres, a Lascano le asignan el caso del asesinato de un viejo alemán para apartarle de la investigación de unos cuantos crímenes represivos.
Ellos sabían que se trataba de un policía profesional. En esta novela, Lascano todavía no es comisario, cosa que sí que ocurre en las anteriores, donde ya se muestra como un investigador hecho y derecho. Aquí él es tan solo un oficial que investiga. En la biografía de Lascano está escrita la muerte de sus padres, ambos asesinados, y esa circunstancia la da sustento a su vocación de personaje. Realmente, a él lo que le interesa averiguar es quién fue el asesino de sus padres.

Además de una novela policial, ‘La conspiración de los mediocres’ es también una historia de amor.

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Sí, en todas mis novelas hay siempre una historia de amor. A los puristas del género no les gusta y me critican, pero estas historias siempre se sustentan en algo. Tengo una visión muy pesimista de la humanidad, pero para subsistir pienso que soy un pesimista por convicción y un optimista por conveniencia. El pesimista tiene razón, pero el optimista vive mejor. Y yo apuesto por el amor, que es la única posibilidad de que algo te salga bien en la vida. Es indispensable tener un amor, alguien que limite nuestro narcisismo y nuestra vanidad, una persona a la que cuidar, que sea tan importante como uno mismo.

Desde hace un tiempo vives en Barcelona, ¿desde la distancia se escribe mejor la historia reciente, y la no tan reciente, de tu país?
‘La conspiración de los mediocres’ está escrita al noventa por ciento en Argentina y el diez por ciento restante, que es el más importante, acá [risas]. Verdaderamente, es un tema interesante, porque hay que tomar cierta distancia profiláctica con relación a lo que se escribe. Si estás demasiado próximo, lo escrito se llena de tendenciosidad.

Has venido para participar en Valencia Negra, ¿qué significan para ti estos eventos que tanto proliferan en los últimos tiempos? ¿Quizá la posibilidad de intercambiar opiniones con otros autores?
En general no hablo de literatura con colegas, a veces con alguien en concreto para tratar temas muy puntuales. Sin embargo, sí me interesa mucho el contacto con los lectores, cosa que acontecimientos como Valencia Negra posibilitan en un grado alto, porque uno de los problemas que les veo a algunos autores es que escriben para otros escritores y a mí no me interesan los escritores como lectores. Me sirve mucho más el lector salvaje y a ése es a quien yo me dirijo. Siempre son los lectores quienes me aportan ideas para mejorar mi escritura.

Dentro de unos minutos, vas a conferenciar sobre Borges, ¿qué supuso para tu carrera literaria Jorge Luis Borges?
Cuando todo el mundo opinaba que era un género menor, Borges le dio patente de literatura seria a la novela policiaca argentina. Además escribió un magnífico libro de cuentos policiales, ‘La historia universal de la infamia’, donde trató todos los aspectos del género. Tanto es así, que de uno de ellos, ‘El proveedor de iniquidades Monk Eastman’, el director Martín Scorsese extrajo el argumento para una de sus películas.

¿Por dónde queda tu próximo proyecto literario? ¿Lascano tiene la puerta abierta para continuar con sus investigaciones?
Sí, ya comencé la escritura de la siguiente novela, que sucede la mitad en Argentina y la otra mitad en Barcelona, y Lascano es el protagonista.




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