30 de maig del 2016

“El diario de Edith” de Patricia Highsmith

[La cueva de mis libros, 29 de mayo de 2016]


La novela de hoy pertenece a una de las grandes autoras de la literatura, tanto por su originalidad como por la marca indeleble que dejaron sus obras sobre los géneros que tocó: Patricia Highsmith. Es “El diario de Edith” una de sus novelas más representativas, que debe servirnos para quitarle la vitola de haber sido una gran escritora de novela negra. Eliminemos lo segundo, y quedémonos con que fue una gran escritora. Su magisterio narrativo impide clasificarla, como sucede con los grandes, en un único género.
“El diario de Edith” es obra compleja y personal. Compleja, por las angustias y problemas que, a fuego lento, se cuecen entre sus páginas. Y personal, porque las opiniones de la protagonista coinciden con las de Highsmith.
El tema de la narración es el desmoronamiento íntimo y personal de una mujer que lucha por asomar su vida a las ventanas de la plenitud. Un desmoronamiento vertiginoso porque está sola en esta lucha. Encerrada en el aire enrarecido de las cuatro paredes de su casa, constituida por una familia normal y una vida convencional. La protagonista central es Edith Howland, mujer norteamericana de clase media, casada -con Brett– y con un hijo –Cliffie, quien representa el típico chico fracasado de la sociedad de hoy, ése que vive con los padres pero en perpetua huelga de brazos caídos-, que se traslada a vivir a un agradable barrio residencial de Pennsylvania en busca de una vida tranquila y sin grandes lujos. El objetivo es dejar atrás el ajetreo desaforado propio de la gran ciudad (Nueva York) y comenzar a vivir o, como suele decirse, comenzar una vida nueva. Además del marido y del hijo, Edith se hace cargo de un tío enfermo de su marido –George Howland-, quien posee una dolencia que los médicos no saben diagnosticar y que, por no dejar abandonado en una residencia, acoje en su casa.
He de decir que las primeras cien páginas adolecen de un tono muy lento, apenas hay acción y los personajes se perfilan como tipos comunes, poco interesantes. Todo es aburridamente normal y esa trivialidad a mí me resultó un poco tediosa. Cierto es que, en general, Patricia Highsmith construye sus historias con elementos grises y cotidianos: sus diálogos tampoco son muy lúcidos o ingeniosos y sus historias discurren por sendas previsibles. Así que, de entrada, para el lector todo sucede dentro de lo esperado. Sin embargo, cuando vemos queEdith comienza a rotular las primeras líneas en su diario, a una le parece que le han echado encima una jarra de agua fría por la sacudida que experimenta, pues lo que escribe Edith en su diario no es lo que sucede en realidad, sino lo que ella fantasea que sucede. Ahí despierta el interés del lector. Como un estilete afilado, la autora abre una grieta, minúscula, ridícula, pero una grieta que se irá ensanchando poco a poco, entre la fantasía y la realidad, hasta alcanzar una distancia infinita.
Éste es el nudo de la novela. Esa agonía en el tono vital que la protagonista no puede sofocar y que, con una cadencia monótona pero suficiente, la irá asfixiando poco a poco. El lector es contagiado por esa angustia, en la medida en que va descubriendo que las mentiras que Edith escribe son fruto de una degeneración (mental, existencial) que acabará arrasándolo todo. Repito: es importante subrayar que lo que ella anota no son los fracasos que le va dando la vida como mujer (su marido la abandona por una joven), como madre (su hijo, ese ser por civilizar que anda ganduleando por toda la casa), o como trabajadora (posee una alta inquietud intelectual pero no consigue el reconocimiento adecuado), sino la existencia que a ella le agradaría vivir. El título bien pudiera haber sido “El deseo de Edith” pues, es un deseo lo que ella vuelca en su diario. Un deseo expresado en forma de fantasía lo que le hace enloquecer. Ella enferma por la presión del entorno. Por la incomunicación, por la indiferencia y el tedio social que le constriñe. Y muere, en un final en el que la mismísima Edith parece saltar de las páginas del libro a nuestros brazos, porque en aquello que ella buscó como salvación de su vida, un lugar tranquilo y solitario que le proporcionara equilibrio y paz, encuentra el arma más potente de su destrucción: el aislamiento, la incomprensión y la banalidad de su vida.
Buenas noches y buenas lecturas.



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