5 de novembre del 2015

El HÉROE POLICIAL Y LA SUBJETIVIDAD DE LA ESCRITURA

[Bearn Black, 5 de noviembre de 2015]

Laurentino Vélez-Pelligrini 
Los redactores de Bearn Black no damos al abasto para cubrir todos los actos negros que se producen en nuestro entorno. Pero tenemos la suerte de tener colaboradores de lujo como Laurentino Vélez que con su peculiar mirada sobre el género negro se convierte en un cronista de lectura imprescindible. El 30 de octubre se produjo un encuentro de alto voltaje en la biblioteca La Bòbila de l’Hospitalet y allí estaba él. A continuación, su crónica.
El pasado día 30 de octubre se celebró en el Centro Cultural “ La bòbila” de l’Hospitalet  una mesa redonda en torno a la construcción literaria del héroe policial y su evolución. Se trata de un primer encuentro piloto que precede un proyecto de sucesivas mesas redondas que Jordi Canal, el director del centro y, servidor, tenemos intención de materializar a lo largo del próximo  año 2016.  El debate contó con la participación de los escritores Víctor del Árbol, Toni Hill, Josep Camps y Dani Santiño. Miguel Ángel Díaz, librero de Som Negra, ejerció de maestro de ceremonias y moderador.
La figura del héroe es inherente a la producción ficcional  inserta en la experiencia histórica de la modernidad. Su configuración simbólica y representacional adquirió diversos trazados según el género literario del que se trató y de su realidad contextual. El héroe policial y detectivesco, en tanto que vertiente particular del héroe literario, es un fenómeno propiamente contemporáneo y que terminó de consolidarse con el auge  de la novela policial de urdimbre popular y con la novela negra francesa y norteamericana, en cuanto a ella, de carácter más social e intelectualizada. Las fronteras entre ambas es lo que determinó la dinámica del debate, dado de que hubo coincidencia en que no son dos categorías literarias sinónimas  y eso a pesar de que ambos géneros se han visto a menudo confundidos e incluso fusionados. El diseño del encuentro no sólo pretendió indagar en las influencias que los diversos autores habían recibido, sino también de comprender la construcción del héroe en su propia producción literaria, así como  su conexión o no con la realidad.
Toni Hill inició debate insistiendo en la dimensión del todo ficcional de su personaje, el sargento Héctor Salgado y su nula correspondencia con la realidad de la policía autonómica catalana, reivindicando así el papel de la imaginación literaria frente a una mera clonación del policía real. Víctor del Árbol participó de la tesis de su compañero, pero sumó a la argumentación de Hill la necesidad de romper los clichés que han solido primar en el género negro, a menudo, según él, demasiado influidos por el propio género policial. El autor recientemente galardonado con el Prix International de Roman Policier defendió la necesidad de trabajar en las “contradicciones” del individuo, así como en los propios entresijos de la condición humana. En ese sentido, Del Árbol puso en cuestión el comodismo de ciertos autores, tendentes a menudo a tomar el camino corto de personajes demasiado “acartonados” y sujetos a las expectativas más conformistas. El hincapié de Del Árbol en la apuesta por la valentía en los sistemas representacionales fue la nota dominante de su intervención. Incidió en la imperiosidad de romper unos clichés que tendían a menudo a “invisibilizar” determinadas realidades en el mundo policial. Su defensa de personajes gays o lesbianas como héroes policiales fue uno de los principales ejes de su argumentación, insistiendo aun así en no reproducir nuevos clichés respecto a las configuraciones representacionales más renovadoras.



La propuesta de Del Árbol no dejó de suscitar un apasionado  debate entre los asistentes y puso en el centro de la discusión los arcaísmos del género negro y sus vías de erradicación. Del Árbol y Hill representaron en la mesa a las voces más renovadoras, mientras Josep Camps y Dani Santillo se revelaron más prudentes, teniendo el encuentro el mérito de poner frente a frente a dos perfiles de escritores movidos por muy distintas ambiciones e inquietudes intelectuales. Josep Camps se mostró partidario de conservar las representaciones tradicionales, incidiendo  en la no siempre eficacia del desmantelamiento de los esquemas simbólicos a los que está acostumbrado el lector de género negro y policial más habitual. El dialogo  más acalorado se produjo a dos, entre Daniel Santiño y Víctor del Árbol. El flamante Premio L’H Confidencial 2015 reivindicó su condición de escritor novel, llamando la atención sobre las dificultades del mercado editorial y librero para una primera obra y la obligada necesidad de empatizar con los gustos de un lector poco acostumbrado a los personajes problemáticos y a las apuestas “transgresoras”, convertidas en general en un lujo narrativo solo al alcance de los escritores consolidados. Santiño reconoció, quizás de forma algo abrupta, la vocación “comercial” de su obra, en contraste con la postura de Víctor del Árbol, que reivindicó la voluntad de “compromiso” político y social de su producción literaria. Del Árbol remató su argumento advirtiendo contra la tendencia de la actual novela negra a imitar los métodos de la producción visual, especialmente cinematográfica, vaciando de contenido el perfil de los personajes. Estas dos posturas encontradas sintetizaron sin duda la bien conocida tensión imperante en nuestros días entre la literatura “de expresión”, intelectualizada, receptiva entre las cuestiones civilizatorias, pero a menudo de difícil alcance para un lector de bagaje cultural medio y la literatura  “de entretenimiento”, impuesta por el mercado editorial y destinada a un público de poca practica lectora. Toni Hill medió la polémica entre los dos autores incidiendo en la no necesidad de reducir la estructura narrativa de una obra a la simple figura del héroe o del protagonista y de trabajar en cambio personajes secundarios que podían a menudo enriquecer las tramas y los mensajes de la obra.
El segundo bloque del debate giró sobre todo en torno a las conexiones y disonancias entre la ficción y la realidad, así como alrededor de los procedimientos imperantes en la novela negra. El intercambio ganó en interés, dado de que se trataba de dos perspectivas: la del escritor en el sentido más estricto y la del profesional del mundo policial, representada en este caso por Dani Santiño, Mosso d’Esquadra en activo. Toni Hill insistió en reivindicar la magia de lo novelesco e inverosímil , apelando contra las tentaciones de algunos autores de transformar sus obras en meras disertaciones sobre ciencia forense o criminológica. No faltaron a ese  respecto críticas hacia las series televisivas norteamericanas contextualizadas en el universo de la policía científica, cuyo hincapié en el rigorismo de los protocolos de la investigación policial han tendido a dejar fuera de juego el lado creativo de la trama. En relación a este tema Víctor del Árbol fue sin duda el que se mostró más contundente, exaltando a la figura del escritor y creador de historias, desde una apuesta en favor de lo imaginario,  la esencialidad de la trama y  la crítica hacia la sociedad y el proceso civilizatorio y por lo tanto, arguyendo la necesidad de relativizar la importancia de los aspectos protocolarios y procedimentales. Su intervención convirtió en diana las visiones excesivamente “normativas” del género negro y con finales felices. Del Árbol apretó las tuercas contra la concepción de la novela como un instrumento de auto-terapia. Comentó su propia experiencia como lector, defendiendo la idea de que el escritor “de raza”  no es el que canaliza sus experiencias, sino el que es capaz de decir y narrar lo que los propios lectores no sabrían expresar. Bien que el tema no fue objeto de alusión directa, el púbico no tuvo demasiadas dificultades en deducir que el autor filtraba una cierta crítica a algunos autores procedentes profesionalmente de los Cuerpos de Seguridad del Estado y tendentes a ilustrar sus meras y propias cotidianidades como policías. La réplica de Daniel Santiño no se hizo esperar, quien reivindicó su doble condición de escritor y policía, poniendo en cuestión la tendencia de algunos a la falta de rigor en la indagación sobre los protocolos policiales. Este constituyó sin duda el punto con más tensión entre los participantes. Josep Camps, por su parte, se mostró más “consensualista” y apostó por un equilibrio entre la magia de lo ficcional y el realismo de los procedimientos.
Se trató en suma de una mesa redonda interesante y fructífera magníficamente moderada por Miguel Ángel Díaz, que se encalló  quizás en algunos breves instantes en ciertos temas poco concordes con el objetivo original del acto, en un tono no huérfano de fricciones, pero siempre dentro de las reglas esenciales de cortesía y empatía hacia  los argumentos ajenos. La conclusión es que, aun habiéndose articulado en torno a un tema central, la construcción del héroe policial, también tuvo el mérito de destilar las diversas “subjetividades” en la relación con la escritura y el universo de la creación ficcional. Después de todo, ese era el verdadero espíritu del encuentro.




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