14 d’agost del 2015

La guerra de Winslow; por Jorge Volpi

[Prodavinci, 13 de agosto de 2015]

Jorge Volpi


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La aparición en 2005 de The Power of the Dog supuso una conmoción: si bien la “narcoliteratura” gozaba ya de gran fuerza en Colombia tras la publicación de Leopardo al sol (1993), de Laura Restrepo, y La virgen de los sicarios (1994), de Fernando Vallejo, la obra de Don Winslow se presentaba como el primer -y, hasta ahora, más ambicioso- fresco sobre el tráfico de drogas en México, desde sus orígenes en Sinaloa, a principios del siglo XX, hasta los noventa; y, además, no era obra de un mexicano sino de un gringo especialista en novela negra.
Enfrentando a un rudo agente mexicano-estadounidense de la DEA, Art Keller, con un sanguinario capo del narco, Adán Barrera, en un duelo con tintes metafísicos, Winslow se contraponía el entramado social y político, cuyo pivote era el asesinato de Ernie Hidalgo (Enrique Kiki Camarena), con sus personajes. Valiéndose de una amplia documentación -por desgracia limitada a materiales en inglés-, El poder del perro describía el auge y desarrollo de los sucesivos cárteles y capos, así como sus relaciones con los gobiernos mexicano y estadounidense.
Pocos meses después de la aparición del libro, el presidente Calderón lanzó el primer Operativo Conjunto en Michoacán, una estrategia que deslizó a México hacia un sinfín de batallas entre los cárteles y las fuerzas de seguridad; resultaba natural que, siguiendo la lógica del género, Winslow continuase su relato con The Cartel (2015) una novela que vuelve a ser el primer -y, otra vez, más ambicioso- fresco de nuestras fallidas guerras contra el narco. Y que, según se anunció esta semana, se convertirá en una película dirigida por Ridley Scott.
La novela se inicia -muy apropiadamente- con la fuga de Adán Barrera (ahora convertido en trasunto de El Chapo Guzmán) de Puente Grande y la decisión de Art Keller de regresar a cazarlo. La confrontación entre estas dos figuras que se comportan como fuerzas de la naturaleza le permite trazar a Winslow un vasto -y bastante riguroso- panorama de nuestra época que, como había ya intuido Yuri Herrera en su magnífica Trabajos del reino (2004), se lee como una crónica medieval de las luchas entre un puñado de señores feudales (los capos) y un rey alicaído (el gobierno federal).
En una nota, Winslow advierte que The Cartels es una novela “basada en hechos reales”. Así es, pues, como debemos leerla, pero sin olvidar que la ficción -que, como advertía Juan José Saer, noes lo contrario de la realidad- permite entender mejor nuestro mundo, sus dobleces y zonas oscuras, gracias al poder de la imaginación y la capacidad de enhebrar tramas íntimas y públicas de un modo vetado a historiadores, politólogos o sociólogos. Hecha esta advertencia, resulta particularmente interesante observar la lectura que hace Winslow de los aterradores años de plomo que hemos vivido desde el 2006.
Justo en ese año se inicia su historia. El PAN se encuentra en el poder pero teme que López Obrador -quien figura con su nombre, como Calderón- pueda ganar las elecciones. Para impedirlo, el presidente Amaro y su esposa (que se corresponderían con los Fox) pactan una alianza con el Cartel de Sinaloa, dirigido por Barrera y los hermanos Tapia (el Chapo y los Beltrán Leyva) para financiar la campaña. Una vez que Calderón obtiene la presidencia, lanza la Guerra contra el Narco para derrotar a los enemigos de quienes lo han financiado, es decir, el Cartel del Golfo, el Cartel de Tijuana y más adelante Los Zetas.
La tesis principal de The Cartel es que, a lo largo de todo el sexenio pasado, hubo una alianza del más alto nivel entre el Cartel de Sinaloa y el Gobierno, bien por conveniencia mutua, bien porque El Chapo disponía de infiltrados en el gabinete, empezando por el secretario de seguridad pública Gerardo Vera (es decir, Genaro García Luna). La versión no es nueva y no tenemos por qué aceptarla más que como una ficción, pero leerla aquí no deja de resultar estremecedor.
En mi siguiente artículo volveré a ocuparme de Winslow, pero concluyo aquí diciendo que, si la novela se titula The Cartel, no es porque se refiera en exclusiva a las organizaciones criminales que hemos bautizado con este nombre, sino porque tanto el gobierno de México como el de Estados Unidos, y sus políticos, agentes y policías, forman parte de esa siniestra maquinaria de corrupción que se ha cobrado cien mil vidas por defender la prohibición de las drogas, una idea que todos los involucrados reconocen como cínica y absurda.
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A diferencia de la mayor parte de los novelistas mexicanos que han abordado la Guerra contra el Narco, Don Winslow ha construido un fresco con ambiciones épicas. (Hay que señalar, sin embargo, que es una vergüenza que Random House no haya contratado a un lector mexicano para revisar las incontables erratas en español del libro.) Sin rozar las alturas artísticas de Guerra y paz -a fin de cuentas parte de la tradición más acotada de la novela negra-, The Cartel busca estudiar todos los ángulos del problema, al tiempo que propone una explicación ficcional, aunque no por ello inverosímil, de cuanto nos ha ocurrido desde el 2006.
En El poder del perro se advertía ya esta visión de conjunto y lo que podría haber derivado en una gran novela policíaca en un entorno exótico se transformó en un recuento global, enmarcado en las batallas entre un capo prototípico, Adán Barrera, y su némesis, el agente de la DEA Art Keller. En The cartel esta ambición se torna aún más consciente; por ello, además de la anécdota central, Winslow se adentra en una historia paralela, protagonizada por un grupo de periodistas de Ciudad Juárez, lo cual le permite explorar las consecuencias de la guerra en esta ciudad.
Sin revelar los secretos de la novela -aunque prevengo sobre algunos spoilers-, baste decir que su aproximación no podría ser más pesimista. No sin razón la novela está dedicada a una larga lista de periodistas asesinados o “desaparecidos” en México, la cual termina diciendo, además, que hay muchos “otros”. The Cartel deviene, por momentos, novela social. Por una parte, describe las arduas condiciones de vida de la población, víctima constante de los cárteles y del ejército; y, por otra, la desigual batalla de reporteros y editores por narrar lo que ocurre.
Amenazados o comprados por los distintos actores en pugna, la mayor parte de los periodistas no tiene otra salida que servir a intereses ajenos. Pero frente a este amplio sector obligado a participar en el juego, Winslow no deja de oponer unos cuantos idealistas dispuestos a morir con tal de exponer la verdad. Destaca, en particular, su retrato novelístico del Diario de Juárez -que en un editorial se atrevió a exigir reglas claras a los cárteles-, así como del “blog del narco”, aquí llamado Esta Vida.
Por la novela circulan los escenarios y protagonistas de nuestras guerras, en particular el surgimiento de Los Zetas y La Familia Michoacana, y las alianzas y traiciones palaciegas entre los Cárteles de Sinaloa, Tijuana y el Golfo y los intríngulis de nuestra vida política de los últimos años. El presupuesto central, como señalé antes, es que Adán Barrera (convertido en El Chapo) se alía con el presidente Amaro y su esposa (los Fox) para financiar la campaña de Calderón. Y, una vez que éste triunfa, el gobierno lanza una guerra que en realidad es contra ciertos narcos, es decir, los enemigos del Cártel de Sinaloa.
Para operarla, aparecen el secretario de seguridad pública, Gerardo Vera (Genaro García Luna) y el director de la SIEDO, Luis Aguilar (José Luis Santiago Vasconcelos). Vinculado con ambos, Keller terminará por descubrir que el primero en realidad está a sueldo de Barrera (por 500 mil dólares semanales). Cuando el agente de la DEA comparte esta información con Aguilar, éste decide denunciar a su compañero, pero su avión oficial cae derribado en la ciudad de México: un episodio que recupera el incidente en el que fallecieron el secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, y el propio Santiago Vasconcelos.
Ante el fracaso de esta fase de la guerra, Estados Unidos y México cambian de estrategia: forman un cuerpo militar de élite en la Marina y, en vez de perseguir a los Zetas, deciden ajusticiarlos como a yihadistas. Así es como son capturados o asesinados Heriberto Ochoa (en la realidad elLazca) y el Z-40: otra vez, los mayores enemigos de Barrera/El Chapo. Y en el proceso todos, Keller incluido, venden su alma.
Lo más desolador tras la lectura de The Cartel no es que la corrupción provocada por el narco sea imposible de detener, o que la “guerra” se haya perdido desde el inicio, sino que tantas y tantas muertes -de personajes que la novela nos permite conocer de cerca- resulten tan vanas y tan inútiles. Sólo por ello los políticos de México y Estados Unidos deberían leer este libro indispensable, pues hasta el momento ninguno de ellos se ha atrevido a proponer con seriedad la única solución al problema: la legalización de las drogas.




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