25 d’abril del 2015

“Sally”, de Howard Fast

[Fiat Lux, 24 de abril de 2015]

Aramys Romero


A Howard Fast se le conoce sobre todo por ser el autor de Espartaco, una historia sobre la  sublevación de los esclavos romanos contra sus captores. Fast empezó a escribir la novela en la cárcel, donde pasó tres meses en 1950 por negarse a delatar a sus compañeros del partido comunista. Con ello no solo se ganó unos meses de cárcel, también ingresar en la lista negra de McCarthy y el consiguiente acoso de J. Edgar Hoover. A su salida de la cárcel y una vez terminada la novela, le fue imposible conseguir un editor que le publicase ‘Espartaco’: la sombra de Hoover era demasiado larga y peligrosa. Lejos de renunciar, Fast fundó su propia editorial, ‘Blue Heron Press’, y publicó ‘Espartaco’ en 1951. Vendió 40.000 ejemplares.
Pero ‘Espartaco’ no era la primera novela de Fast, era la decimocuarta. Fast fue un escritor prolífico que empezó a publicar sus novelas con solo diecinueve años. Entre novela histórica, narrativa y novela policíaca, llegó a escribir más de cuarenta volúmenes. Y aún le quedaron ganas para escribir más de veinte relatos de ciencia ficción.
Sus novelas policíacas y sus relatos de ciencia ficción se enmarcan en la corriente ‘Pulp’ que en los cincuenta y principios de los sesenta aún coleaba en Estados Unidos. Y como estaba en la lista negra de McCarthy y nadie quería publicar sus novelas, recurrió a lo que muchos escritores de la época también utilizaban, un seudónimo. A Howard Fast también se le conoce como E.V. Cunnungham, el creador de la serie de Masao Masuto y de más de diez novelas de género negro con nombres de mujer, entre ellas Sally, y otras tan curiosas como: Sylvia, Alice, Phyllis, Lydia, Penelope o Helen.
‘Sally’, publicada en 1967, es una novela sencilla y sin demasiadas pretensiones, una autentica novela de quisco de la época. Una trama clásica del pulp americano con chica en apuros y detective muy masculino y protector. Un argumento ciertamente machista y con una extraña moralina sobre el matrimonio, el papel de la mujer en la sociedad y el de los hombres como figura protectora, nada nuevo en una novela de quiosco de aquellos años.
A Sally Dillman la persigue un asesino, un asesino a sueldo contratado para matarla. Aterrada, sola en la vida y lejos de su casa (por circunstancias que no puedo desvelar), Sally vaga por el centro de Nueva York sin rumbo. Un día, sentada en un banco y terriblemente afligida, se fija en ella el detective Frank González, un puertorriqueño alto, apuesto y tan duro como un muro. Sally le cuenta al detective el inminente peligro que corre su vida, y Frank, sin pensárselo dos veces, decide ayudarla a salvar su vida y a atrapar al asesino que, en el transcurso de ese día, tiene que acometer su encargo.
La novela es rápida, la acción se concentra en un solo día, desde la mañana a apenas entrada la noche, y está escrita de manera sencilla y sin florituras. La traducción es correcta, pero hubiera ido mejor adaptar algunos conceptos o expresiones, puesto que hay diálogos que chirrían un poco. El texto no ha envejecido demasiado bien, como algunas otras coetáneas de época, y da la impresión de desfase.
En cualquier caso, ‘Sally’ es una novela entretenida y disfrutable, un ejemplo del pulp de quiosco de una época maravillosa, que nos ofrecía auténticas maravillas a precio de saldo.



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