7 de gener del 2015

El singular detective que inmortalizó a Chesterton

[La Gaceta, 7 de enero de 2015]

G.K. Chesterton nació en 1874 y murió en Londres en 1936. Comenzó su carrera literaria en 1900, con la publicación de su primer libro: la colección de poemas “Greybeards at play”.



Hace más de un siglo, la literatura inglesa nos presentó a un detective amateur capaz de dar prodigiosos saltos lógicos que le permitían descubrir a un falso clérigo por el modo que usa la sal de mesa o a un asesino por la caligrafía de una nota escrita al pasar.

No se trata de Sherlock Holmes, sino de un detective menos célebre pero igualmente eficaz: el padre Brown, cura provinciano cuyos rasgos pedestres y natural modestia contrastan con su intelecto singular. Este personaje fue la creación más conocida del escritor, polemista y humorista británico Gilbert Keith Chesterton, también conocido como “el príncipe de las paradojas”. Los 51 relatos que protagonizó, publicados entre 1910 y 1936, fueron un divertimento y un desafío intelectual para los lectores, pero también un vehículo para las ideas del autor acerca de la teología y la fe. Relatos que siguen tan vigentes como hace cien años. De hecho, en televisión podemos ver toda la sagacidad de este detective en una nueva serie producida por la BBC y emitida por Film & Arts, que ya va por su tercera temporada.

Entre santos y policías
G.K. Chesterton nació en 1874 y murió en Londres en 1936. Comenzó su carrera literaria en 1900, con la publicación de su primer libro: la colección de poemas “Greybeards at play”. 

Pero la fama le llegó con la novela “El Napoleón de Notting Hill”, escrita en 1904 y con una de sus obras maestras, “El hombre que fue jueves”, lanzada cuatro años más tarde, ambas agudas críticas sociales. No obstante, nunca abandonó la literatura religiosa. Ese mismo año, 1908, publicó otra obra maestra: “Ortodoxia”, un fervoroso elogio de la vida cristiana. Además, dos de sus obras más emblemáticas están dedicadas a dos grandes personajes de la Iglesia: San Francisco de Asís y Santo Tomás de Aquino.

Entre 1911 y 1936, Chesterton sorprendió al mundo con sagaces relatos protagonizados por el padre Brown. Y lo hizo con un recurso excepcional: la brevedad. De ahí que este personaje, que inmediatamente se convirtió en uno de los detectives británicos más populares (en rigor no es detective, o no es detective de los que tienen placa, pero sí lo es intelectualmente y de raza) fuera adaptado a la televisión y el cine.

Chesterton Fue nombrado Doctor Honoris Causa por las universidades de Edimburgo, Dublín y Notre Dame, y fue hecho Caballero de la Orden de San Gregorio el Grande.

A su muerte, ocurrida el 14 de junio de 1936, en su casa de Beaconsfiel, el Papa Pío XI le concedió el título de Defensor Fidei. Nos ha dejado una obra de más de 100 títulos que vale la pena descubrir y releer.


El héroe de Borges 

El primer gran admirador de la obra de Chesterton, por estas latitudes, fue Jorge Luis Borges. Por eso no existe mejor manera de explicar la mecánica básica de los cuentos del Padre Brown -el personaje de gran parte de la obra del escritor londinense- que citar al propio autor de “El Aleph”. “Cada una de las piezas de la Saga del Padre Brown presenta un misterio, propone explicaciones de tipo demoníaco o mágico y las reemplaza, al fin, con otras que son de este mundo”, escribió en un meduloso ensayo dedicado al escritor inglés. Tanto lo admiraba que hasta consiguió la primera edición de “El hombre que fue jueves”.

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