17 de setembre del 2014

Caminando entre tumbas en la cruel Nueva York

[Elemental, 17 septiembre de 2014]

Juan Carlos Galindo


Nueva York, capital del mundo, lugar de referencia para el inconsciente colectivo, escenario de libros, películas y viajes inolvidables de tantos y tantos mortales no ha sido siempre ese maravilloso, aunque algo predecible, parque temático del turismo que es hoy. Hubo un tiempo en que eran asesinadas ocho personas de media al día, el crack hacía estragos, las calles aledañas a Times Square eran para tipos duros de verdad y Harlem no era el tranquilo escenario de clubes y galerías en el que algunas de sus calles se han convertido hoy. En aquella dura época de los setenta, los ochenta y parte de los noventa se centran las novelas de Matthew Scudder, el personaje creado y desarrollado a través de 18 libros por  Lawrence Block (Nueva York, 1938). Scudder es un detective con un código muy particular, con una polémica relación con la moral y la vida, un precursor de mucho de lo que hemos leído después. Hablamos con el autor desde Nueva York para que nos dé algunas claves.  
La publicación en España de la décima entrega de la serie, Caminando entre tumbas (RBA, traducción de Montse Triviño), y el estreno de la película basada en la novela, dirigida por Scott Frank y protagonizada por Liam Neeson nos dan la excusa perfecta para acercarnos a un personaje extraordinario.

Matthew Scudder vive en Nueva York, adora y odia Nueva York. Fue policía, pero se cansó de serlo, como se cansó de ser padre y marido, de tener una casa en Long Island. Tras muchos años de coqueteo con el alcohol se convirtió en un adicto irredento que busca a lo largo de su vida controlar su enfermedad, una lucha que le marca para bien. La cuesta abajo la inicia todavía como agente del orden cuando una bala perdida disparada por él en un tiroteo con dos ladrones mata a Estrellita, una niña latina. Nunca lo supera y la culpa acaba con él. Abandona el cuerpo tras quince años, a cinco de una pensión que ya no quiere, de una vida que detesta.
¿Qué le hace interesante para cualquier amante del género? Su aproximación al oficio detectivesco, a la gente, a Nueva York, al mal. “Matt es empático y genera empatía” nos cuenta Lawrence Block desde Nueva York a través del correo electrónico. “Siente el sufrimiento de la gente de manera muy física y tiende a ver las cosas como son en realidad y no como le gustaría que fueran”, asegura para explicar el éxito del personaje.
Scudder experimente cierta apatía hacia el trabajo. “Podíamos llamarlo traer el pan a casa, aunque no tengo que hacer muchos esfuerzos. Los trabajos me vienen, no me tomo la molestia de salir a buscarlos. Rechazo más encargos de los que llevo entre manos. Acepto los que no sé cómo rechazar. Hago favores a la gente y me pagan por ello”, asegura en Ocho millones de maneras de morir (RBA, traducción de Gabriel Genson). Pero cuando coge un caso no para. Nunca.
Scudder da un diezmo de sus ganancias a una iglesia, a la que sea; sale con una prostituta; perfiere aceptar casos de gente que no le gusta porque así le es más fácil coger la pasta; no tiene licencia, no tiene oficina, vive en un hotel, no tiene coche, no tiene casa.  
Block
El autor, en una foto facilitada por él.
Pero si hay algo que hace atractivo a este cowboy neoyorquino, a este solitario irremediable es su camino hacia la negrura, su relación difusa con el bien, el mal, la vida, la muerte, la violencia. “Me pregunté qué sería peor, si que los hombres hiciéramos cosas injustas por una buena causa o cosas justas por una razón equivocada”, afirma enLos pecados de nuestros padres (RBA, traducción de Antonio Iriarte). Me gusta encontrarme con estos dilemas en la ficción criminal, me gusta que no me den una respuesta simple, maniquea.
Block lo resume así: “Si Scudder tiene un código, hace tiempo que ha perdido el libro de claves. Es consciente de que tanto él como el sistema tienen limitaciones. Su misión es determinar en cada momento cuál es la respuesta más adecuada para él. Algunos críticos le acusan de relativismo moral y quizás es acertado, pero no lo puedo ver como un error”.
Un hombre que en las primeras novelas ahoga en alcohol toda la culpa que le está matando y fantasea con tirarse por un puente, en Caminando entre tumbas tiene como mejor amigo a un asesino profesional, corrompe policías, utiliza hackers para acceder a los datos que necesita (entrañables hackers estos de 1992, con su módem y sus cabinas de teléfono) y acepta trabajar para un gran narcotraficante víctima de un atroz crimen.
Los que le conocen saben que es honesto, o algo similar, pero que no duda en tomarse la justicia por su mano. Dos ejemplos: en Ocho millones de maneras de morir rompe las piernas a un ladrón que ha intentado atracarlo. Por venganza, para ahorrar a otros el trance de la agresión, por algo oscuro que tiene dentro. En Tiempo para crear, tiempo para matar (RBA, traducción de Antonio Iriarte ) hace referencia a un caso en el que falseó las pruebas para que un desgraciado asesino machista terminase entre rejas, aunque fuera por un delito que no había cometido.  
“No necesito justificarlo. Creo que lo que le hace continuamente interesante a lo largo de los años y tras tantos libros es la naturaleza de las decisiones que toma”, defiende Block cuando se le ataca por ese flanco.
Prolífico escritor (tiene otra serie protagonizada por Evan Tanner que también ha sido un fenómeno best-seller), autor de más de 70 novelas y libros de relatos, guionista de televisión e incansable lector, Block ve cerca el final de su personaje estrella. “A lo largo de los años, he pensado en muchas ocasiones en dejar de escribir sobre Scudder. Después de que hiciera frente a su alcoholismo en Ocho millones de maneras de morir, creí que me había enfrentado al principal problema de su existencia y que había usado todo su potencial como personaje. Ha habido unos cuantos libros desde entonces lo que demuestra a las claras que estaba equivocado. Pero creo que la serie ya está completa. Scudder tiene 76 años, 40 más que cuando empecé a escribir sobre él y su vida ha alcanzado cierto estado de éxtasis que me empuja a dejarle disfrutar de su retirada. Sé que hay motivos comerciales más que de sobra para seguir, pero no escribo libros de los que no vaya a sentirme orgulloso”, concluye este escritor nombrado en 1994 Gran Maestro por la Asociación de Escritores de Misterio de América .
Tienen 18 libros para adentrarse en el mundo Scudder, cuatro de ellos (Ocho millones de maneras de morir y Caminando entre tumbas son dos de mis preferidas) publicados por RBA. Lean y disfruten.

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