28 de desembre del 2009

Perro vagabundo busca a quién morder

[.38, 7, diciembre de 2009]

Perro vagabundo busca a quién morder
Julián Ibáñez

Alrevés


Por Jokin Ibáñez

Desde el lejano año de 1980 en el que debuta, Julián Ibáñez ha formado una bibliografía ejemplar dentro del género negro. Siendo uno de los pioneros, sus obras han sido dadas a la imprenta de forma lenta, desordenada a veces (no hay más que ver la cantidad de editoriales donde ha publicado), llegando a ser un desconocido dentro del gran público, e incluso entre el público aficionado.

En cambio, en este año que termina se han publicado dos nuevas novelas de Ibáñez, El baile ha terminado y esta Perro vagabundo busca a quién morder, con las que cierra un círculo geográfico espacial. Si en La triple dama (1980) se zambullía en los puertos nubosos y lluviosos del norte de la península, con un protagonista chupatintas, duro y solitario, pasando después los papeles protagónicos a otro pequeño chupatintas, igual de solitario, pero simpático y duro a su manera, un tal Novoa que se mantuvo al frente en una pequeña serie de cinco novelas, que partiendo desde esos mismo puertos norteños, a través de la meseta llegó a regir un cutre puticlub de carretera. Estos mismos clubes de alterne fueron el paisaje de una nueva trilogía, sin personaje fijo, que empezando con Entre trago y trago (2001) finaliza dos años después con La miel y el cuchillo. A partir de este momento, el personaje protagonista de Ibáñez entra dentro de la ley, se transforma en un poli, en un madero, igual de solitario que sus precedentes. Pero estar dentro de la ley no le separa de aquellos antepasados. En Que siga el baile (2006) aparece ese primer prota policía. Y es tres años después, cuando gana el premio L’H Confidencial 2009 con El baile ha terminado, cuando ese mismo protagonista distinto vuelve al norte, en una novela que es la esencia del seguimiento personal.

Tras el verano de este 2009, Alrevés edita Perro vagabundo busca a quién morder, con un mismo nuevo policía, solitario, por supuesto, perdedor, al que le importa un bledo lo que le pueda ocurrir. Así, él mismo nos lo indica:

Podían darme la patada expulsándome de la policía por aquel cúmulo de faltas administrativas: negligencia, ocultación de información, absentismo… No sabía si me importaba o no. Policía era mi profesión, no sabía hacer otra cosa, aunque nadie me pondría de modelo. Me sentiría desnudo. Delante de mí ya no tendría una montaña para escalar. O ésta continuaría siendo demasiado elevada. Sólo veía el vacío. No me excitaba, me dejaba frío, pero con cierto regusto amargo en la boca.”

El escenario donde se desarrolla la novela es igual de solitario, teñido de gris oscuro, en un lluvioso febrero de principios de siglo. Está destinado en el puerto de Bilbao, en un ambiente social donde ya no existen comisarías salvo las de la ertzaintza, en el departamento de extranjería, pero con guiños extra laborales por motivos económicos haciendo seguimientos para un despacho de detectives privados y para una compañera de antiterrorismo, obteniendo ese sobresueldo para fin de mes.

La desaparición de una niña adolescente, de una familia acomodada de Getxo es el origen de la trama. Nuestro protagonista indaga y comienza a girar alrededor de la familia, encontrándose que la niña, adoptada, es hija de un antiguo delincuente, muy amigo de su comisario. La madre, sin embargo, le atrae poderosamente. Paralelamente, su compañera de trabajo le encarga un par de trabajillos extra, a los que se une el encargo de la agencia de detectives. Tras aparecer la desaparecida, es asesinada de un tiro en la cabeza. Y diferentes certezas comienzan a pulular por la cabeza de Soto.

Ibáñez es un diestro autor de escenas. De ramalazos que exigen al lector atención plena. Las constantes idas y venidas de los personajes por la ciudad y alrededores dibujan un paisaje lleno de problemas vitales, de vidas sombrías y perdidas o a punto de perderse. Las acciones de los personajes no muestran alegría y determinación, sino oscuras intenciones y doble juego. Por todo esto, el resultado que se obtiene no es una novela de Agatha Christie, con final adecuadamente explicado por Poirot. Es el lector el que debe sacar consecuencias y explicarse la novela, una vez terminada. El realismo personal y social que respira muestra que las cosas no se escriben claramente negro sobre blanco, sino que las noticias tienen todas las tonalidades posibles de grises y tristeza.

Jokin Ibáñez es un aficionado a la novela negra desde que fue detenido, durante el pasado siglo, en Sopelana (Bizkaia) por el Agente de la Continental, al que no quiso decir su nombre. Por ello, desde entonces se encuentra arrestado en el género negro y no puede salir.

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